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EFE/Ballesteros

¿Y si Felipe VI repite las elecciones?

Señalar los residuos de arbitrariedad monárquica nos pueden permitir acabar de bloquear la entrada de la ultraderecha en el gobierno el próximo año. Y también, lo que es más importante, abrir la puerta a que la próxima década sea la de la ruptura democrática plena con los residuos del pasado. Y eso incluye a los Borbones

10/08/2023 17:47 h

¿Y si Felipe VI repite las elecciones?

Señalar los residuos de arbitrariedad monárquica nos pueden permitir acabar de bloquear la entrada de la ultraderecha en el gobierno el próximo año. Y también, lo que es más importante, abrir la puerta a que la próxima década sea la de la ruptura democrática plena con los residuos del pasado. Y eso incluye a los Borbones

“La astucia más hábil de Satanás es la de convencernos de que no existe”, escribía Charles Baudelaire. Y tenía razón. El pobre y confiado mortal, que piensa que el diablo es un mito, no pondrá cuidado alguno en prevenir sus artimañas y correrá el riesgo de perder su alma.

Pues algo así se podría decir del confiado demócrata español, al que se le ha convencido de que la monarquía carece de poder e igual, sólo igual, se puede quedar sin democracia. Si se pregunta a la mayoría de los ciudadanos (convencidos de no ser súbditos) la monarquía es un ornamento. Para algunos caro, para muchos inútil, para otros escandaloso. Pero ornamento al fin y al cabo. Una figura decorativa que observa desde arriba el devenir de la política y muy de vez en cuando hace un discurso. ¿Y si les dijera que esto no es así? ¿Que los redactores de la Constitución de 1978 (la extraña criatura que tuvo siete padres y ninguna madre) dejaron en el texto algún mecanismo de emergencia, algún botón rojo que pulsar por si a los españoles (a los que no se puede dejar solos) se les ocurría votar mal?

Pues puede que algo así haya y que lo veamos en funcionamiento muy pronto. Como es de sobra conocido, una vez celebradas las elecciones generales le corresponde a Felipe de Borbón proponer un candidato o candidata a la Presidencia del Gobierno al Congreso de los Diputados. Como el Rey es un irresponsable (así lo dice la Constitución, no me procesen) esa propuesta debe ser avalada y ratificada (refrendada es el término técnico) por quien ostente la Presidencia del Congreso, un cargo elegido por los representantes del pueblo. Lo electo controla lo hereditario.

Pero hay un pequeño problema: ¿Qué pasa si el Rey no propone a nadie? ¿O si no se pone de acuerdo con la Presidencia del Congreso en a quién proponer? Busque y rebusque en la Constitución que no encontrará respuesta.

Si no propone a nadie ya sabemos lo que pasa, porque ya ha pasado. En enero de 2016 y tras las elecciones generales Felipe VI realizó una ronda de consultas que acabó sin propuesta. No lo preveía la Constitución ni ninguna norma, pero lo hizo, incumplió su obligación constitucional. Como es un irresponsable nada se puede hacer para que cumpla. Argumentaba que Rajoy no quería, pero no le propuso, no se dirigió al Presidente del Congreso (Patxi López) con el nombre de Rajoy. Simplemente pasó palabra.

Y no pasó nada, sobre todo porque poco tiempo después sí hubo una propuesta: Pedro Sánchez. Así la mutación constitucional que había hecho Felipe VI no escuchó ninguna queja. Así que si no propone a nadie sabemos qué pasa: se repite la ronda de consultas hasta que le parezca bien.

Más difícil es el supuesto en el que Felipe VI y la Presidencia del Congreso no se ponen de acuerdo. Porque si Felipe no propone no hay nada que refrendar ni que mandar al Congreso. Y si propone a quien no le gusta al Presidente ¿le puede negar el refrendo? Silencio absoluto de la norma. Crisis política que a saber cómo se resuelve.

Todo esto serían preguntas para un examen de Derecho Constitucional (que nunca caen porque como decía mi profesor: “Señor Morano, esas cosas que se le ocurren a usted no pasan”), si no fuera porque tenemos una verdadera situación excepcional después de las elecciones del 23-J.

«Si nos situamos en la segunda ronda de consultas (¿asistirá Junts a las rondas?, más madera) tras un fracaso de la investidura de Feijóo y, si en el momento de reunirse con el Rey, Sánchez no tiene atada la mayoría, los precedentes y los usos legitiman a Felipe VI a cerrar la carpeta y no proponer a nadie. Y repetir elecciones.»

Lo obvio, lo que ve cualquiera, es que la única propuesta viable de investidura que podría salir adelante es la Pedro Sánchez, que debe buscar alguna forma de apoyo, no sólo de las fuerzas que componen la coalición Sumar, sino de las opciones nacionalistas y soberanistas. Ninguna aritmética conduce a Feijóo y nadie debería proponerlo.

Pero es el más votado, dicen y repiten sus adláteres y el coro mediático. Tiene derecho a presentarse a la investidura, arguyen. Y de esta manera crean un derecho que no está en ningún sitio. O, más bien, crean un relato que impulse, o justifique, que Felipe VI lo presente a una investidura.

Si llegamos a la ronda de consultas en septiembre con ese runrún (cosa que igual depende de si Díaz Ayuso y MAR han deshojado ya la margarita de si bajarse ya al gallego) y Sánchez (cosa probable) aún no tiene atada la mayoría, quien tiene un papelón es quien ostente la Presidencia del Congreso (que ya no va a ser Meritxel Batet): ¿me opongo a refrendar (no se sabe con qué fundamento legal) una investidura que no sea de Sánchez y monto una crisis o, para salvaguardar a la monarquía de críticas ultramontanas, le permito que pase primero el más votado? Miedo me da una presidencia socialista sopesando entre democracia y reverencia a los Borbones.

Porque, se dirá, da igual presentar a Feijóo. No tiene mayoría, hará un paripé, demostrará su debilidad y que pase el siguiente. Todos contentos.

Pero aquí viene el problema. El artículo 99 de la Constitución establece que dos meses después del primer intento de investidura se disuelven las Cortes y se repiten elecciones. Bien es verdad que se plantea que pueda haber nuevos intentos, PERO NADA OBLIGA A ELLO. Desde que Felipe VI se arrogó en 2016 el derecho a hacer rondas de consultas sin candidato esto es posible. En 2019 ocurrió, después del primer intento ya no hubo más.

Si nos situamos en la segunda ronda de consultas (¿asistirá Junts a las rondas?, más madera) tras un fracaso de la investidura de Feijóo y, si en el momento de reunirse con el Rey, Sánchez no tiene atada la mayoría, los precedentes y los usos legitiman a Felipe VI a cerrar la carpeta y no proponer a nadie. Y repetir elecciones.

La presión (o justificación) mediática van a estar ahí. En este preciso momento la derecha lo apuesta todo al bloqueo y la repetición. Las cifras están tan próximas que una bola extra es lo que más le interesa al perdedor. Y no busquemos en las normas una solución, no la hay. Ahí entra la política. El derecho sólo controla al poder cuando el poder se deja. A la presión de la derecha sobre Felipe VI sólo se le puede contestar con una presión ciudadana de sentido opuesto. Y, quien confíe en el PSOE para hacer esto, es que no ha estado atento estas últimas décadas.

Cada crisis encierra una oportunidad. Señalar los residuos de arbitrariedad monárquica nos pueden permitir acabar de bloquear la entrada de la ultraderecha en el gobierno el próximo año. Y también, lo que es más importante, abrir la puerta a que la próxima década sea la de la ruptura democrática plena con los residuos del pasado. Y eso incluye a los Borbones.

Porque, a diferencia de Satanás, Felipe VI sí que existe. Y estará en el usurpado palacio de Marivent recordando las plazas y las elecciones europeas que hicieron abdicar a su padre. Y mirando los cuadros de Isabel II, Alfonso XII y Alfonso XIII y preguntándose si Feijóo y Abascal tienen algún parecido con O’Donell, Martínez Campos o Primo de Rivera. O, si me apuran, llamando a Abu Dhabi a preguntar si Alfonso Armada votaría al PP o a Vox.

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