Image

Lo que diga el Míster

Menuda lección política nos están dando las del fútbol. Sólo por eso les debemos, creo yo, el más sincero de los apoyos en los episodios venideros.

08/09/2023 17:14 h

Lo que diga el Míster

Menuda lección política nos están dando las del fútbol. Sólo por eso les debemos, creo yo, el más sincero de los apoyos en los episodios venideros.

Las ruedas de prensa de los futbolistas profesionales siempre me han fascinado por su vacuidad, por su capacidad de no comunicar absolutamente nada y aún así abrir telediarios y por cómo se entrena a los jugadores, también, en vender humo a base de frases hechas y muy facilitas (sujeto/verbo/predicado) para que no las olviden.

Si hay polémicas, si hay ruido, si hay controversias, ya saben: cara de póker, balones fuera, y lo que diga el Míster. Habrá quien sospeche que quizá el abandono prematuro de la educación básica obligatoria para concentrarlos en centros de alto rendimiento les había privado de alguna que otra clase de literatura, dicho con elegancia, o parafraseando a Liam Gallagher, que el 90% eran absolutos idiotas. Menos, qué sé yo, Cantoná. Pero no, no lo creo: no se invierten millones en departamentos de Comunicación corporativa en vano.

Desconozco si ese será el caso de Morata, que cuando leía aquel comunicado forzado de la Selección Española con ese tono entre desgana y aburrimiento me recordaba a las lecturas obligadas en voz alta que nos mandaban recitar en el colegio. La verdad, le ví mucho más suelto en el videoclip de Taburete. Tampoco sé si ese será el caso de Carvajal, que al ser preguntado -ya sin comunicado delante- sobre el asunto Rubiales reveló su verdadero sentir y sacó la patita con un argumentario neomachista impecable disfrazado de lo de siempre: equidistancia y espaldarazo a su compadre Rubiales.

Pero otra de las cosas que me ha enseñado el feminismo es que detrás de los estereotipos y los prejuicios suele haber explicaciones mucho más complejas. Mantener un negocio, -EL negocio- del fútbol moderno implica una importantísima cultura de la obediencia, de la subordinación y de que todo, absolutamente todo, quede en casa, o en los puticlubs de Salobreña, como muy bien hacía Rubiales; ello implica jugadores que actúan como semidioses, sí, pero sumisos y dóciles mientras queden Lamborghinis. No en vano, no hace tanto la AFE (Asociación de Futbolistas de España) apadrinaba una guía de una prestigiosa consultora fiscal donde daba consejos financieros a los futbolistas profesionales devenidos multimillonarios para que no dilapidaran su fortuna en horteradas. Dicha guía, de hecho, contenía dos advertencias fundamentales: tener cuidado con la Agencia Tributaria, y tener cuidado, por supuesto, con las mujeres.

Supongo que esa segunda alerta se refería a las cazafortunas, otro estereotipo peligroso que esconde también mandatos sexuales mucho más complejos que el de ser la consorte explosiva y muda de algún astro del balón; al fin y al cabo, tiene mérito tener que sacar conversación todos los días en el desayuno a no sé, Messi, a Cristiano, o a Sergio Ramos.

«Si hay polémicas, si hay ruido, si hay controversias, ya saben: cara de póker, balones fuera, y lo que diga el Míster.»

El hecho es que lo que nadie vió venir, ni siquiera esa guía para ricos sin criterio, es que las mujeres que había que temer estaban mucho más cerca de ellos de lo que podían imaginarse. Eran sus compañeras, las otras, las tantas veces despreciadas, silenciadas, segundonas, tan poco wags, bolleras confesas muchas, las que no interesaban a las grandes marcas ni generaban, como dice Juan Ramón Rallo, “valor añadido”.

Lleguen todo lo lejos que lleguen con su huelga y sus batallas, las futbolistas profesionales -así como un puñado de periodistas deportivas también muy valientes- ya ha marcado una diferencia: claro que se pueden hacer las cosas de otra forma. Claro que se pueden hacer mejor. Claro que se pueden cambiar las cosas desde dentro, y hasta dinamitarlas, si hay coraje y buenas compañeras. Lo hicieron hace un año, cuando se atrevieron a enfrentar los abusos de Vilda, -del míster- para ser llamadas “amotinadas”, chantajistas e ingratas y quedarse solas en la tarea. Lo hicieron cuando renunciaron a una carrera sin mácula, a patrocinios millonarios, a pasear su gloria de la mano de Rubiales por los escenarios del mundo, pese a intuir las consecuencias. Lo están haciendo denunciando sin flaquear, usando las herramientas colectivas, las sindicales y asociativas, ejerciendo una sororidad sincera que apoya y abraza a una compañera sean cuales sean las consecuencias. Lo hacen cada vez que comunican sus decisiones, sus opiniones, y lo hacen con frescura, con verdad, con voz propia. Escuchen a Vero Boquete, y comparen.

Menuda lección política nos están dando las del fútbol. Sólo por eso les debemos, creo yo, el más sincero de los apoyos en los episodios venideros. Ahora que la SER hace encendidos editoriales reivindicando el consentimiento, que mentar la “cultura de la violación” ya no es un tabú o un exceso propio de una radical exaltada, ahora que se multiplican los editoriales y las columnas como esta que yo escribo, recordemos, recuerden: el feminismo, las mujeres organizadas, nos han demostrado que hay otros caminos, otras formas de hacer, otros medios, y sobre todo, otros fines más dignos. Claro que se puede, claro que vale la pena. Ojalá no saliera tan caro no hacer siempre lo que diga el Míster.

Te puede interesar
Te puede interesar