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¡Se acabó!

Este es el acto de un hombre que se cree impune, un hombre que necesita validar su ego y su hegemonía tratando a las mujeres como objeto de su capricho.

13/09/2023 13:57 h

¡Se acabó!

Este es el acto de un hombre que se cree impune, un hombre que necesita validar su ego y su hegemonía tratando a las mujeres como objeto de su capricho.

Otro lema feminista, otra forma de resistencia, otra respuesta lanzada a esa parte de la sociedad que hace las veces de verdugo y mamporrero del sistema, los hombres hijos sanos del patriarcado. ¡Se acabó! Esta es la frase que todas gritamos en estos días, como forma de resistencia feminista y femenina, pero sobre todo como reivindicación última y enfado ante el trato que recibimos por parte de aquellos que se consideran impunes. Acabamos de ver con asco y rabia como un hombre agrede sexualmente a la periodista Isa Balado en el ejercicio de su trabajo, mientras realizaba una entrevista en el madrileño barrio de Lavapiés, en pleno directo en un programa de televisión, este hombre le tocaba el culo para después preguntarle a qué cadena de televisión pertenecía. Todo en riguroso directo y delante de una enorme cámara con un técnico grabando la escena. Por desgracia, y como en toda agresión sexual, esto no queda aquí, cuando la reportera le recrimina su actitud, el hombre le toca la cabeza como si de un caniche se tratara.

¿Cuántas veces hemos vivido las mujeres esta situación? ¿a cuántas de nosotras se nos viene a la cabeza el recuerdo de una agresión sufrida de esta manera? La periodista, dos veces manoseada, dos veces agredida, dos veces insultada. La primera, cuando sufre la agresión sexual en forma de manosearle el culo con ese lenguaje corporal de autosuficiencia chusquera y pinta de malote revenido y la segunda cuando le toca la cabeza como si ella fuera una mascota que se ha meado donde no debía, con la condescendencia que caracteriza al matón e infantilizando a su víctima. El agresor en ningún momento evita el contacto visual, el pecho dirigido a su víctima, la cámara no le intimida. Se aleja despacio y con aburrimiento cuando se da cuenta de que, a su víctima, sorpresivamente, no le gusta su presencia y su actitud.
Isa Balado, te abrazo fuerte.

¿Os suena la escena? Me ha recordado poderosamente al Caso Rubiales. Un hombre que ante una multitud agrede a una mujer sabiendo que su delito no tendrá ninguna consecuencia. Un hombre que considera que puede hacer a una mujer lo que le venga en gana, tan impune que ni siquiera necesita de la noche, la fiesta, la oscuridad, la manada, el atenuante para agredir a una mujer.

Este es el acto de un hombre que se cree impune, un hombre que necesita validar su ego y su hegemonía tratando a las mujeres como objeto de su capricho. Básicamente porque hasta ahora así ha sido. Estos actos, estas agresiones sexuales, hasta ahora han sido naturalizadas por toda la sociedad, justificadas por tantos ciudadanos, legitimadas por el sistema. ¡Se acabó! Se acabó manosearnos, besarnos, agredirnos en cualquier contexto, en cualquier momento. ¿Puede haber actualmente fuerza más transformadora de la sociedad que el feminismo? Lo que antes era normal, incluso motivo de risa, ahora es delito. Y no solo eso, la sociedad lo contempla hoy con repulsión cuando ayer lo validaba con afirmación.

«¡Se acabó! Se acabó la prohibición de votar para las mujeres. Se acabó tener que pedir la firma del padre, hermano o marido para tener una cuenta de banco a nombre de una mujer. Se acabó tener que esperar a que tu marido se divorcie de ti para anular un matrimonio.»

Ahora este hombre, este agresor machista, ha sido detenido horas después de cometer la agresión a esta periodista, después de que su programa lo denunciara a la policía. Hace no mucho esto hubiera sido impensable. Hace no mucho esta agresión hubiera sido una graciosa anécdota de la televisión.

¡Se acabó! Se acabó la prohibición de votar para las mujeres. Se acabó tener que pedir la firma del padre, hermano o marido para tener una cuenta de banco a nombre de una mujer. Se acabó tener que esperar a que tu marido se divorcie de ti para anular un matrimonio. Se acabó tener que pedir permiso a un médico o tutor legal para abortar. Se acabó tener que realizar las labores del hogar en exclusividad. Se acabó tener que pedir permiso para estudiar. Se acabó tener que justificar cómo vestías o lo borracha que ibas cuando te violaron aquella noche. Se acabó tener que pintarte la cara llena de moratones para salir a la calle. Se acabó tener que callar que tu jefe te toca la rodilla y te llama “txiki” en mitad de una reunión. Se acabó tener que recibir fotopollas en el móvil. Se acabó que tus amigos, familiares y vecinos tengan fotos tuyas desnuda porque tu ex se las ha mandado. Y ahora… ¡Se acabó el que nos manoseen y agredan sexualmente por puro capricho macho! ¡SE ACABÓ!

Y nos quedan todavía tantas cosas que acabar…

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