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EFE/ Juanjo Martín

Un paso atrás

Si no hay acuerdo, serán los votantes quienes terminen dando un paso atrás. Y a ver quién remonta eso.

07/06/2023 16:47 h

Un paso atrás

Si no hay acuerdo, serán los votantes quienes terminen dando un paso atrás. Y a ver quién remonta eso.

El otro día, durante una visita a la Feria del Libro de Madrid, Nadia Calviño se arrimó a los micrófonos de TVE para ofrecer su diagnóstico sobre los recientes seísmos electorales. El PSOE ha caído derrotado en seis de las ocho comunidades autónomas que gobernaba, de modo que la pregunta de Asier Anzola era pertinente: “¿Han hecho autocrítica en el Ejecutivo?”. Calviño, sin embargo, optó por el confortable recurso de los balones fuera y reclamó el voto para al PSOE con una sutil apología del bipartidismo. “Yo creo que los resultados del domingo reflejan la desaparición de Ciudadanos y de Podemos, los dos partidos políticos que surgieron tras la gran crisis financiera”.

La carta de defunción de Ciudadanos lleva firmada al menos desde los comicios generales de 2019, cuando Albert Rivera entregó sus sueños vicepresidenciales con un raquítico saldo de diez diputados en el Congreso. Dos años después, pasó de ser la primera fuerza del Parlament de Catalunya a agonizar en la irrelevancia de sus seis escaños. Hace tiempo que Ciudadanos sobrevive con respiración asistida después de haber cumplido con creces la función que sus padrinos le habían asignado: neutralizar el descontento social nacido del 15M, crear un contrapeso rojigualda al independentismo catalán y desviar el sentido común hacia la ciénaga ultraderechista.

Podemos, al contrario de lo que manifiesta la Vicepresidenta, no solo no ha desaparecido del mapa sino que una encuesta de El País lo situaba el lunes como fiel de la balanza en la configuración del nuevo Gobierno de España. Si Sumar y Podemos se alían, Pedro Sánchez seguirá gobernando. Si no lo hacen, el PP y Vox se apropiarán de la Moncloa. De modo que Calviño está expresando más un deseo que un juicio sereno sobre la realidad hasta el extremo de que su propia continuidad como ministra podría estar ahora mismo en manos de las negociaciones que se celebren en la mesa de Yolanda Díaz. Qué jodidas pueden ser las ironías.

En los discutideros de la izquierda, a Podemos le han reprochado más de una vez su manejo ambidiestro de la responsabilidad y la indisciplina. Es un juego temerario, dicen por ahí, andar criticando con una mano al mismo gobierno que sostienes con la otra. Me temo que ese sonsonete esconde el deseo de subordinar el patrimonio de Unidas Podemos a la agenda política del PSOE, como si Pedro Sánchez no aspirara igual que Felipe González a cargarse de un plumazo cualquier competencia que le brote en su flanco izquierdo. No hay más que ver las últimas alocuciones del presidente, que de pronto se ha calzado la chaqueta roja y habla como un invitado de La Base.

En cuanto a las deslealtades, basta recordar que fue el PSOE quien abandonó a su suerte a Irene Montero para derogar la ley del consentimiento junto a los diputados del PP. Desleal es Nadia Calviño cuando da por muertos a los mismos socios que la han mantenido con vida durante toda la legislatura. Desleales son las sucursales vascas y navarras del PSOE, que de la noche a la mañana reniegan de sus pactos con EH Bildu y están dispuestas a encaramarse a los gobiernos forales y municipales con los votos del PP e incluso van a regalar las instituciones a UPN con tal de no sentarse en la mesa de los independentistas. Isabel Díaz Ayuso también tiene adeptos en Ferraz.

Ahora, cuando las conversaciones en el seno de la izquierda estatal deberían apostar por la discreción y la eficacia, aparece como una velada súplica la idea de que los dirigentes de Podemos plieguen velas y se marchen a su casa por el bien de la unidad. Porque son impopulares, dice no sé quien, ignorando que son las derechas políticas y mediáticas quienes han establecido dónde debemos depositar nuestras simpatías y quiénes deben ser defenestrados y sometidos al escarnio del respetable. Cuidado con los rankings de popularidad. En 2014, la dirigente política más valorada en los informes del CIS era Rosa Díez. Un año después, UPyD desapareció del Congreso.

«Me temo que ese sonsonete esconde el deseo de subordinar el patrimonio de Unidas Podemos a la agenda política del PSOE, como si Pedro Sánchez no aspirara igual que Felipe González a cargarse de un plumazo cualquier competencia que le brote en su flanco izquierdo. »

Le preguntan a Yolanda Díaz si Irene Montero es un escollo para el acuerdo y ella celebra el ejemplo de Ada Colau y Alberto Garzón, que han renunciado a concurrir en las listas de Sumar pero que remarán a favor de la coalición. Hay quienes le exigen a Montero que desista. Que dé un paso atrás. Otros podrían reclamar, en justa correspondencia, que sea Díaz quien retroceda. Al fin y al cabo, ambas llegaron al mismo tiempo a los ministerios. Si es cuestión de desgaste, la trayectoria institucional de Díaz es más longeva. Y si es cuestión de fiascos en las urnas, Pablo Iglesias ya había cedido su liderazgo a Díaz cuando Por Andalucía se estrelló en las autonómicas del pasado junio.

Miles de personas de izquierdas, mientras tanto, se debaten entre el hastío, la desesperación y el desamparo. Algunos se arrojarán en brazos de la abstención y otros regalaran sus papeletas a formaciones aledañas. Muchos abrazarán al PSOE por miedo a que gobierne la extrema derecha. Me temo que solo a los militantes más fieles, a los seguidores más activos e informados, puede interesarles este baile de nombres y polémicas en sordina. La mayoría, supongo, quiere caballos ganadores y soporta con poca paciencia los harakiris públicos. Si no hay acuerdo, serán los votantes quienes terminen dando un paso atrás. Y a ver quién remonta eso.

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