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Rubiales y el machismo mediático

El machismo está tan profundamente instalado en España que una parte importante del periodismo deportivo español ha sido incapaz de ver durante dos días lo obvio: que el beso de Rubiales a Jennifer Hermoso sin su consentimiento era una clara agresión de un superior hacia una subordinada.

23/08/2023 14:14 h

Rubiales y el machismo mediático

El machismo está tan profundamente instalado en España que una parte importante del periodismo deportivo español ha sido incapaz de ver durante dos días lo obvio: que el beso de Rubiales a Jennifer Hermoso sin su consentimiento era una clara agresión de un superior hacia una subordinada.

Viendo las imágenes resultaba evidente la sensación de que el presidente de la federación había forzado a una jugadora a recibir un beso en la boca sin su autorización y ella se había quedado desconcertada y paralizada. La confesión de la propia jugadora ante sus compañeras lo confirmaba: no le había gustado, pero que a ver qué podía hacer ella en esa situación.

Sin embargo, periodistas deportivos destacados mantenían que lo que habíamos visto no tenía ninguna importancia. El informativo de La Sexta lo resumía así: “un gesto espontáneo, fruto de la euforia del momento, que la jugadora se ha tomado con todo el sentido del humor”. El argumento no se sostenía, pero eran incapaces de verlo. Bastaba hacerse unas mínimas preguntas para desmontarlo: ¿Por qué no besó Rubiales a la Reina Letizia que también estaba allí llevado por la euforia del momento? ¿O al seleccionador, o a algún jugador masculino en alguna otra ocasión?. La ceguera machista era tal que ni siquiera consideraban una falta de respeto hacia ella besarla sin su autorización.

Insistían en que “no había maldad” en el gesto de Rubiales. Les indignaba que eso se interpretara como una agresión. No se podía ni mencionar. Quien lo viera así tenía la mirada sucia. Para ellos, lo fundamental era la intención del hombre, no cómo se sintiera la mujer. Eran incapaces de entender que lo relevante era que Rubiales no mostró ningún respeto a la jugadora, ni consideró necesario pedirle autorización para besarla en la boca ante todos, ni tuvo en cuenta cómo eso podría sentarle a ella, ni le pidió disculpas. La reacción de estos periodistas deportivos nos mostraba en directo cómo la cultura de la violación contra la mujer está masivamente extendida en España y aflora en cuanto se presenta la ocasión.

Lo que sí que sacaba de sus casillas a estos periodistas, y mucho, fue que Echenique hubiera puesto un tuit denunciando inmediatamente el hecho y se estuviera haciendo viral. Estaban realmente indignados contra él: decían que había aprovechado un gesto sin importancia para crear artificialmente un escándalo porque buscaba protagonismo. Hubo quien calificó de “inquisidores” a quienes criticaran el beso y dijo incluso “que las mujeres que a las que les molestaba es porque no las habían besado a ellas”. Lo terrible es que no lo decían de mala fe. El machismo está tan arraigado que la mayoría creían verdaderamente lo que decían. El director de un programa deportivo estaba tan seguro de que no tenía importancia besar en la boca a una mujer sin su consentimiento que tuvo incluso la audacia temeraria de preguntarle en antena a una empleada si a ella le sentaría mal que él, en un momento de alegría, hiciera con ella lo que había hecho Rubiales. Su desconcierto ante la pregunta de su jefe y su silencio incómodo fueron elocuentes.

Entrevistado a las pocas horas, Rubiales dijo que había sido “un pico entre amigos, algo sin importancia”, y el entrevistador le dio la razón: “yo pienso lo mismo”. A continuación, insultó a los que criticaban su gesto. Los calificó de “idiotas, estúpidos, pringados, gilipollas y tontos del culo” y el entrevistador volvió a justificarle: “estaba caliente por el tuit de Echenique”. Al día siguiente, ese mismo periodista seguía sin ver nada grave en el beso, pero le habían informado de que podía ser delito y pedía disculpas por su actitud del día anterior. Y aquí está otra prueba de cómo tenemos instalado el machismo: el periodista reconocía abiertamente que no percibía como grave algo que era delito, pero tenía tan arraigado el sesgo machista que esa actitud irracional de no ver como grave algo que sí lo es no le llevaba a cuestionarse su postura. No le planteaba la más mínima incomodidad. Y esto es muy significativo.

Este mismo periodista también dijo que no se debía “criminalizar” a Rubiales, porque se hacía daño a su familia y sus padres. Y aquí se evidenció de nuevo el machismo interiorizado: ni se le pasó por la cabeza ponerse en la piel de la verdadera víctima, la jugadora a la que un superior fuerza a recibir un beso en la boca sin su autorización. No pensó en cómo le habrá afectado a ella, ni a sus padres, ni a su familia. Es tremendo.

Durante 48 horas, esta cascada de razonamientos justificando a Rubiales e ignorando completamente los sentimientos de la jugadora se repitieron hasta el hartazgo en los medios deportivos mayoritariamente masculinos. Un festival de mansplaining. Era tal el  cúmulo de machiruladas que no cabía otro remedio que darle más mérito a Irene Montero, porque demostraban que hacer pedagogía contra el machismo en España es como intentar hablar contra el racismo en la sede del Ku Klux Klan. Esta corriente generalizada también ayuda a entender que las propuestas del Ministerio de Igualdad saquen de quicio a los amigos cincuentones de Pedro Sánchez y a su asesor (el que no veía necesario despertar a su mujer para tener sexo con ella). También por qué hubo jueces que soltaron a violadores y el PSOE se juntó con el PP para tumbar la ley del "Sólo sí es sí". Y lo hemos podido ver en directo. Y asusta.

Si en ese mismo lugar la jugadora hubiera mostrado sus pechos como hizo Amaral estaría sancionada y fuera de la selección, pero Rubiales podía besarla en la boca sin su consentimiento ante los ojos de todos y seguir tan pancho. Las pequeñas diferencias entre ser mujer y ser hombre.

«Si en ese mismo lugar la jugadora hubiera mostrado sus pechos como hizo Amaral estaría sancionada y fuera de la selección, pero Rubiales podía besarla en la boca sin su consentimiento ante los ojos de todos y seguir tan pancho. Las pequeñas diferencias entre ser mujer y ser hombre.»

Manu Levin lo explicó maravillosamente: opinión pública es lo que se puede decir ante los demás sin provocar rechazo social. Viendo a tanto hombre que no siente la menor incomodidad justificando que Rubiales bese a una jugadora sin su autorización, no cabe otra opción que deducir que en España tenemos el machismo metido hasta la médula.

Qué esfuerzo ha costado que se admitiera finalmente como una agresión. Eran incapaces de reconocerlo. Y estamos hablando de una deportista conocida. De una campeona del mundo. Imaginemos el infierno al que se enfrenta una mujer corriente de la que han abusado. Y no digamos una mujer migrante o trans. Y si a pesar de haber sucedido ante los ojos del mundo entero resulta tan difícil que se le dé la gravedad que merece, pensemos en las agresiones que suceden en ámbitos más privados como el trabajo o el domicilio. O especialmente en las fiestas y celebraciones.

Lo sucedido ejemplifica lo necesario que resulta centrar las agresiones sexuales en el consentimiento. Demuestra que Irene Montero siempre ha tenido razón y su ley del “Sólo sí es sí” era el enfoque correcto. En este caso no se ha producido ninguna “heridita”, que era la condición imprescindible para probar la agresión según la ministra de justicia de Sánchez. Resulta irónico ver ahora al PSOE y al PP poniendo el foco en la falta de consentimiento que era precisamente la tesis fundamental de la ley de Irene Montero que ellos tumbaron.

También ha evidenciado lo mucho que queda para acabar con el machismo. Hemos conseguido ya que todo el mundo considere intolerable que se insulte a Vinicius por el color de su piel. Pero hacer entender a los infinitos gañanes de este país que sin su consentimiento no se puede disponer del cuerpo de una mujer, ni tocarla, ni besarla en la boca, parece que va a llevar bastante más tiempo. Por lo que sea.

Este caso también revela cosas positivas

Lo de Rubiales ha sido tan mediático que va a cambiar en la sociedad española la percepción de lo que es la agresión sexual, la cultura de la violación y la violencia contra las mujeres. Si el Ministerio de Igualdad hubiera intentado diseñar una campaña que sirviera de pedagogía general no habría conseguido encontrar un ejemplo más adecuado. Ni que hubiera llegado a tanta gente.

Lo más esperanzador es que a pesar de nuestra educación machista hemos comprobado que tantos hombres hemos empezado por fin a ser capaces de percibir como comportamientos abusivos lo que durante años estuvo normalizado socialmente. Y eso es mérito de luchadoras como Irene Montero, Victoria Rosell y tantas otras feministas que les precedieron.

Y no sólo han influido en los hombres. También son numerosas las mujeres que estos días reconocían en las redes los muchos años que aceptaron estas agresiones como “normales” y la conciencia que han adquirido de no tolerarlas más gracias a la pedagogía y la batalla del Ministerio de Igualdad en esta legislatura.

También ha mostrado la importancia de la lucha. De confrontar y dar la batalla ideológica y cultural a la derecha. Todo esto de Rubiales se ha movilizado gracias al tuit valiente de Echenique que levantó inmediatamente una polvareda y le costó una lluvia de insultos. Si no hubiera sido por él y por Irene Montero probablemente se habría tapado este caso con la losa de silencio habitual, mientras que ahora ya no hay quien lo pare y van a tener que tomar medidas. ¡Qué importante es que Podemos siga haciendo ruido!. Tal vez el avance más importante que han conseguido Pablo Iglesias, Irene Montero, Ione Belarra y Pablo Echenique es que sus denuncias siempre provocan la reacción de un sinnúmero de retrógrados, algunos entre la propia izquierda, y quedan retratados ante nuestros ojos.

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