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EFE/ Alba Feixas

Rubiales herido se revuelve atacando a la víctima

Las dudas de las víctimas de violencia machista demuestran precisamente la profunda implantación de la cultura de la violación en nuestra sociedad.

31/08/2023 09:32 h

Rubiales herido se revuelve atacando a la víctima

Las dudas de las víctimas de violencia machista demuestran precisamente la profunda implantación de la cultura de la violación en nuestra sociedad.

El beso en la boca a la fuerza de Rubiales a Jenni Hermoso nos está permitiendo ser testigos en directo de una batalla cultural encarnizada. El feminismo está infringiendo una durísima derrota a sus postulados y los machistas están respondiendo como monstruos heridos. Al principio con incredulidad de que las que consideran inferiores y débiles se hayan atrevido a plantarles cara. Luego con desconcierto al comprobar que los están venciendo. Y finalmente usando todo su poder para atacar a la víctima que ha osado enfrentarse a ellos y mostrar sus vergüenzas.

Primero lo consideraron un acto sin importancia fruto de la euforia

A pesar de que se trataba de un beso en la boca de un superior a una subordinada sin su consentimiento, la primera reacción de los medios fue generalizada: no tenía importancia, era un acto espontáneo que la jugadora había aceptado con humor. Esta interpretación y esa unanimidad demostraban hasta qué punto la cultura de la violación está instalada y normaliza como aceptables abusos de poder y agresiones sexuales que no son tolerables.

Ahí hubiera quedado todo, pero la denuncia inmediata de Echenique fue haciéndose viral, llegó hasta Rubiales al otro lado del mundo y despertó a la bestia. Entrevistado esa misma tarde reaccionó con la soberbia habitual del machirulo insultando iracundo. El periodista lo apoyaba, “yo lo veo igual”. Ambos compartían la aberración de que el beso no tenía importancia. No fueron los únicos. Esa misma noche, otro periodista no tuvo inconveniente en ofender a la mitad de la sociedad al decir que “las que lo criticaban era porque no se lo habían dado a ellas”. Y al responsable del programa le parecía tan inconcebible que una mujer pudiera sentirse molesta por ello que incluso se lo preguntó en antena a una colaboradora. Así de seguros estaban en su convicción machista. Y estaban tan molestos contra Podemos como Rubiales. Acusaban a Echenique y a Irene Montero de exagerar buscando protagonismo y quitándoselo al logro de las jugadoras.

Luego admitieron que el comportamiento de Rubiales había sido incorrecto y que lo vieron así desde el principio (falso), pero que no era una agresión sexual

En los días posteriores, el machismo corporativo cambió a regañadientes sus argumentos. La ola seguía creciendo, llegaban protestas internacionales y el feminismo estaba en pie. Expertos legales confirmaban que según la ley del “Sólo sí es sí” forzar un beso en la boca sin consentimiento era una agresión sexual, y si lo hace un superior, un agravante. Hasta ellos se dieron cuenta de que seguir defendiendo públicamente lo hecho por Rubiales era impresentable, así que cambiaron su discurso para decir que lo vieron así desde el primer momento, algo evidentemente falso. Pero seguían siendo reacios a dar su brazo a torcer ante el feminismo: lo de Rubiales estaba mal, pero tampoco se podía caer en el “linchamiento”. No se podía normalizar, pero tampoco “criminalizar”.

Su mente se resistía a admitir que el sesgo machista y la cultura de la violación les había llevado a considerar como aceptable algo que era delito. Había que culpar a alguien de su incomodidad por verse ante el espejo como defensores de un agresor y lo encontraron enseguida: el feminismo.

La culpa es del feminismo que está manipulando a las jugadoras

Como tantos años de educación machista les hace incapaces de entender la humillación y la rabia que siente una mujer forzada por un poderoso a recibir un beso en la boca contra su voluntad, su mente tenía que encontrar otra explicación: Jenni y sus compañeras han sido manipuladas por el feminismo.

Se instaló entre los prebostes masculinos del periodismo deportivo la conspiranoia de que las jugadoras se habían plantado frente a un abusador como Rubiales porque las presionaban desde fuera cuando la coacción real era evidentemente interna: criticar al presidente de la federación podría costarles no volver a la selección.

Los medios hacían como si no vieran que, aparte del beso, la actuación de Rubiales había sido una constante falta de respeto a la dignidad como mujer de Jenni Hermoso. Sabiéndose su jefe, al que no osarían replicar, hizo bromas chabacanas en el vestuario con las jugadoras, presionó a la víctima y a sus familiares para que dijeran en un vídeo que había sido consentido (a lo cual se negaron), mintió haciendo pasar por declaraciones de Jenni un montaje de la propia federación y finalmente la acusó directamente de ser ella la que se había abalanzado sobre él.

El delirio fascista continúa: dicen que quien “ha soltado a violadores” no puede exigir la dimisión de Rubiales

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz son los directos responsables de que este bulo haya quedado instalado en una parte importante de la ciudadanía. No sólo no se atrevieron a enfrentarse a la ultraderecha mediática y judicial para combatirlo, sino que ambos lo aprovecharon deliberadamente en su estrategia de dañar el prestigio personal de Irene Montero y hundir a Podemos de cara a las elecciones.

Todos recordamos las infames imágenes del PSOE juntándose con el PP para tumbar el consentimiento como eje de la ley del “Sólo sí es sí” y a una desleal Yolanda Díaz colegueando en su estrado entre risas con las ministras del PSOE, dejando solas a Irene Montero y a Ione Belarra ante los insultos de la ultraderecha.

También recordamos cómo ocultaron que el autor de la escala de penas de la ley que luego algunos jueces usaron para retorcer la legalidad y excarcelar indebidamente a violadores fue Juan Carlos Campo, ministro de Justicia del PSOE, y no el Ministerio de Igualdad. Desviaron a sabiendas esa responsabilidad que no le correspondía hacia Irene Montero dando esa munición a los fascistas que ahora, con lo sucedido con Jenni, siguen usando.

Ya van directamente contra la víctima: no será tan grave lo que hizo Rubiales si tras el beso Jenni siguió festejando

Como era de esperar, han dejado pasar unos días hasta comprobar que Jenni Hermoso no estaba dispuesta a plegarse a mentir para salvar al machista y ya van a por ella sin disimulo. Todos saben que lo que hizo Rubiales es una agresión independientemente de cómo se lo tome la víctima, pero insisten en poner el foco en el comportamiento de la jugadora como ya hicieron con la chica violada por los de “La Manada”. La mujer que se atreva a denunciar a un poderoso que ha cometido agresiones machistas no puede quedar impune. Tiene que pagarlo. Así funciona la mafia para disuadir a otras víctimas. Para que nadie más se atreva a hacerlo.

Y es cierto que la jugadora quitó importancia al hecho en las declaraciones del día del partido y se fue a celebrar el campeonato del mundo con sus compañeras en Ibiza. Pero, ¿por qué no iba a hacerlo?.

En primer lugar, la agresión no puede medirse por la respuesta de la víctima. Si a cualquiera de nosotros nos atracaran a punta de navaja sería inverosímil que un juez argumentara que no lo considera como un robo con violencia porque hemos seguido haciendo nuestra vida normal. Y en segundo lugar, cada víctima gestiona el trauma y lo expresa a su manera. Jenni Hermoso y sus compañeras acababan de ganar el campeonato del mundo, algo inconcebible apenas unas semanas antes. El éxtasis y la intensa ola emocional que debió arrebatarlas ese día es entendible. También la rabia de que su protagonismo en ese día único, ese mérito para la historia quedara empañado y empequeñecido en los medios por el comportamiento de un gañán como Rubiales. Se entiende perfectamente que todas ellas se conjuraran para ignorar el beso y centrarse en lo histórico: su impensable triunfo en un campeonato mundial de fútbol.

Que a Jenni le había contrariado y humillado quedó patente en sus primeras declaraciones ante sus compañeras: “no me ha gustado, pero a ver qué podía hacer”. También en el hecho de negarse a aparecer en un vídeo junto a Rubiales diciendo que había sido consentido. O en su comunicado oficial: “La situación me provocó un shock por el contexto de celebración, y con el paso del tiempo y tras profundizar un poco más en esas primeras sensaciones, siento la necesidad de denunciar ese hecho ya que considero que ninguna persona, en ningún ámbito laboral, deportivo o social debe ser víctima de este tipo de comportamientos no consentidos. Me sentí vulnerable y víctima de una agresión, un acto impulsivo, machista, fuera de lugar y sin ningún tipo de consentimiento por mi parte”. Pero es que incluso en ese último vídeo que ahora están distribuyendo ella dice que Rubiales la forzó, le sujetó la cabeza y le plantó un beso sin su consentimiento.

Como le sucede a muchas mujeres víctimas de violencia machista la conciencia de la gravedad de lo sufrido fue apareciendo a medida que pasaba el tiempo y en el caso de Jenni a medida que se disipaba la euforia por el campeonato. Y esta percepción se intensifica lógicamente si sufres presiones para que aparezcas en un vídeo diciendo que el beso fue consentido o ves cómo la federación distribuye a los medios unas falsas declaraciones tuyas en ese mismo sentido. Y no digamos cuando el propio Rubiales miente ante toda España afirmando que fuiste tú quien se abalanzó sobre él.

Que ahora desde el entorno de Rubiales se distribuya un vídeo de Jenni Hermoso celebrando el título con sus compañeras es otra nueva agresión contra la víctima. Quien lo difunde es un medio de extrema derecha que fue invitado, por cierto, a la asamblea de la federación donde no se permitió acceder a casi ningún otro medio. Lo que prueba de nuevo las íntimas conexiones entre el machismo, la derecha y sus ataques obsesivos contra el feminismo.

El razonamiento que quiere instalar esta mafia es que estar de celebración demuestra que no hay trauma y que el beso no tenía importancia, que Jenni y sus compañeras no denuncian a Rubiales porque lo que hizo sea grave, sino porque se ven manipuladas por la presión de las feministas y los políticos. Su planteamiento se desmonta en ese mismo vídeo: junto a Jenni está Olga Carmona. Su padre murió justo antes de la final. ¿Se atreve alguien a sostener que no siente su pérdida porque también aparece de fiesta? ¿Tan difícil es entender que ninguna de ellas estaba dispuesta a que se les hurtara su legítimo derecho de celebrar con sus compañeras el éxito más importante de sus vidas deportivas, algo que difícilmente va a repetirse para ninguna de ellas?

Las dudas de las víctimas de violencia machista demuestran precisamente la profunda implantación de la cultura de la violación en nuestra sociedad. Que ante una agresión sexual ellas mismas duden de que “a lo mejor no es para tanto” evidencia la necesidad de que el Ministerio de Igualdad continúe haciendo pedagogía hasta que los más recalcitrantes y las propias víctimas no necesiten semanas para ver lo que Echenique, Irene Montero y miles de feministas más percibieron de inmediato.

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