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EFE/ Mariscal

Pedro Sánchez, la diferencia entre decir y hacer

Del Pedro Sánchez que hablaba como un joven politizado en el 15M para ganar la interna del PSOE, pasamos al Pedro Sánchez presidente que cada día hacía más esfuerzos en parecerse lo menos posible a aquel idealista que se recorrió España en su coche.

10/07/2023 10:29 h

Pedro Sánchez, la diferencia entre decir y hacer

Del Pedro Sánchez que hablaba como un joven politizado en el 15M para ganar la interna del PSOE, pasamos al Pedro Sánchez presidente que cada día hacía más esfuerzos en parecerse lo menos posible a aquel idealista que se recorrió España en su coche.

Dice mi madre que a ella de Pedro Sánchez le gusta lo que dice, pero no lo que hace. No creo que exista un titular mejor para definir el bagaje político del hombre que llegó a presidir en 2014 el PSOE desde el socioliberalismo, con el apoyo de Felipe González, y que luego se convirtió en un indignado que se fue de ruta por España con su coche, toda vez que fue traicionado por la vieja guardia del PSOE, quienes pensaron en 2016 que era mejor abstenerse para dejar gobernar a Mariano Rajoy que conformar un gobierno de coalición sumando a los 84 diputados socialistas los 71 de Unidas Podemos.

En 2017, después de la ruta en coche por España, quedándose a dormir en casa de militantes del PSOE y adoptando el lenguaje de Podemos, los de abajo contra los de arriba, la calle contra los aparatos, la valentía frente al Estado profundo parasitado dentro del PSOE y el entendimiento con Podemos frente al pacto con el PP y Ciudadanos, Pedro Sánchez ganó las primarias a Susana Díaz, a La Sexta, a la Cadena Ser y El País. Memorables y monumentos del poder mediático será para siempre esos editoriales, con insultos incluidos, del exdirector de El País, Antonio Caño, y el acoso de las ahora sanchistas de toda la vida Pepa Bueno y Ángels Barceló, entonces conductoras del Hoy por Hoy y Hora 25, los dos espacios informativos y de opinión más escuchados de la Cadena Ser.

En las líneas editoriales del Grupo Prisa participaba el mismísimo Felipe González, que se reunía en sanedrines exclusivos con el expresidente del Grupo Prisa, José Luis Cebrián, y las caras más visibles del principal aparato mediático de la progresía española, con capacidad de doblarle el brazo al PSOE como El Mundo le dobló el brazo en su día a Pablo Casado tras señalar las corruptelas de Isabel Díaz Ayuso. En la operación contra el pacto del PSOE con Podemos el Grupo Prisa puso toda su artillería a favor de Susana Díaz.

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No escatimó esfuerzos ni recursos el entonces director nacional de la Cadena Ser, Antonio Hernández Rodicio, a la postre exdirector de la Ser en Andalucía e íntimo de todo el aparato del PSOE andaluz en los tiempos en los que una liebre podía cruzar Andalucía de pueblo en pueblo con mayoría absoluta socialista. Íntimo del poder omnímodo del socialismo andaluz, Rodicio situó en 2015 a hacer seguimiento de la información del PSOE a una periodista sin experiencia en radio ni en política nacional pero que tenía como mérito haber sido jefa de prensa de Rosa Aguilar en el Gobierno andaluz e integrante del núcleo de propagandistas de confianza del PSOE andaluz, provocando con ello sonoros enfados entre los trabajadores de la Cadena. Ser que fueron desplazados por incontrolables.

En junio de 2018, a pesar del PSOE, salió adelante la moción de censura contra Mariano Rajoy. Pedro Sánchez fue elegido el primer presidente del Gobierno de España sin ser ni diputado ni senador, tras dimitir en 2016 para no tener que abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy. La celebración indisimulada de los diputados de Unidas Podemos y las caras circunspectas de los diputados socialistas, algunos con rostro de funeral, evidenciaba quién había ganado y trabajado la única moción de censura que ha salido adelante en la historia del parlamentarismo español desde la recuperación de la democracia.

Del Pedro Sánchez que hablaba como un joven politizado en el 15M para ganar la interna del PSOE, pasamos al Pedro Sánchez presidente que cada día hacía más esfuerzos en parecerse lo menos posible a aquel idealista que se recorrió España en su coche. En cuanto tuvo oportunidad, Pedro Sánchez prefirió repetir elecciones en 2019 antes que pactar con Podemos porque no podría dormir por las noches, según le confesó a Jordi Évole en una entrevista que ya se estudia en las facultades de Periodismo, dentro de la asignatura de Estructura de los Medios de Comunicación, para enseñarle a los alumnos cómo el poder mediático disciplina al poder político hasta arrodillarlo a favor de los intereses del poder económico.

Pedro Sánchez, la diferencia entre decir y hacer

Lo que no pudo ser en verano de 2019, pudo ser en diciembre, tras la repetición de las elecciones, y Pedro Sánchez y Pablo Iglesias por fin se abrazaron fuertemente en lo que iba a ser el primer Gobierno de coalición, la primera vez que el progresismo popular entraba en la sala de máquinas del Estado. Pedro Sánchez ya podía dormir por la noche con miembros de Podemos en el Consejo de Ministros. La peor cualidad de Pedro Sánchez, sus principios indeterminados, es también su mejor virtud, porque le permite navegar sin descaro las marejadas siempre a favor de mantenerse a flote.

Así, al presidente lo puedes encontrar en una manifestación feminista y a los dos años afirmando que el feminismo molesta a sus amigos entre 40 y 50 años; lo puedes encontrar defendiendo Doñana cinco años después de autorizar que en Gas Natural pusiera gaseoductos en el Parque Natural; lo puedes encontrar pontificando sobre políticas verdes y contra el cambio climático y unos meses después dejando tirado a uno de sus ministros, Alberto Garzón, a quien desautorizó con un “chuletón al punto” tras las críticas del lobby cárnico a una recomendación de Garzón, que en realidad es una recomendación sanitaria y hasta de la propia UE: el consumo de carne roja, además de aumentar los casos de cánceres y accidentes cardiovasculares, consume 15.000 litros de agua por cada kilo de vacuno. A todas luces insostenible.

«La presión del poder mediático y el miedo del PSOE a enfrentarse a quienes colonizan las mentes tiene a España sin una ley de medios que penalice la mentira y los bulos y que sirva también para limitar que dos grupos empresariales puedan controlar todo lo que se escucha, incluidas las radio fórmulas, se lee o se ve en cine, televisión y plataformas.»

Si hay un periodo por excelencia donde Pedro Sánchez hace una cosa y dice la contraria es en campaña electoral. En estos momentos, Pedro Sánchez sostiene en sus entrevistas que hay medios de comunicación que mienten, desinforman, calumnian y difunden bulos que debilitan el sistema democrático. De hecho, esta campaña electoral ha tomado un papel de liderazgo en la crítica al papel que tiene el poder mediático de crear la realidad, de convertir la mentira en verdad y de envenenar el debate público. La entrevista que la pasada semana tuvo con Ana Rosa Quintana también se estudiará en las carreras de Periodismo.

Fuera de campaña electoral, con mando en plaza para escribir en el BOE, Pedro Sánchez entregó RTVE al PP, veta desde Moncloa a tertulianos progresistas en las mesas de análisis de TVE y RNE, se rindió a los deseos del PP para cancelar el programa de Jesús Cintora, con buenos índices de audiencia y que puso en aprietos al mismísimo Antonio García Ferreras y su ‘Al Rojo Vivo’, un programa de derechas dirigido a una audiencia progresista y el lugar donde se han disputado en estos años las internas de Podemos, Compromís o el propio PSOE.

En las luchas internas de la izquierda, Ferreras siempre juega. Jugó a favor de Susana Díaz y contra Pedro Sánchez; a favor de Iñigo Errejón y contra Pablo Iglesias; a favor de Joan Baldoví y en contra de Mónica Oltra, a la que descuartizó en dos tertulias obligándola a dimitir en bases a mentiras que ya con el informe policial se sabe que el caso contra Oltra fue una guerra jurídico-mediática sobre mentiras y medias verdades, que son siempre las más dañinas de las mentiras. Por supuesto, también ha jugado en contra de Irene Montero y a favor de Yolanda Díaz. Los contadores de las rebajas de penas por la decisión de los jueces que se sublevaron a la ley del sólo sí es sí da para una tesis doctoral.

A pesar de que Pedro Sánchez esté haciendo una campaña centrada en desmentir las mentiras del poder mediático, incluso en enfrentarse a Pablo Motos, Ana Rosa Quintana o Vicente Vallés, que son los grandes portavoces de la derecha y la ultraderecha, el PSOE aprobó en 2022 una Ley General de Comunicación Audiovisual que sacó adelante gracias a la abstención del PP y sin el apoyo de Unidas Podemos. La norma, en lugar de democratizar la propiedad del poder mediático, supuso un reforzamiento en la concentración de la estructura de propiedad, no legisló sobre las mentiras publicadas y dejó tiradas a las productoras independientes en beneficio de las grandes corporaciones que controlan la producción cinematográfica.

¿Se imaginan que la ley no contemplara medidas de expulsión de la carrera médica a facultativos que se dediquen a matar o enfermar a sus pacientes? El poder mediático hace tiempo que se ha convertido en un médico que mata a sus pacientes y la democracia es insostenible con la mentira. O la democracia se protege contra el periodismo que miente y expande el odio o la desinformación se encargará de destruir la democracia.

En España, cuatro consejos de administración controlan el 80% de las audiencias de televisión y radio, siendo propiedad extranjera la titularidad de los dos principales grupos privados de comunicación: Mediaset (Telecinco y Cuatro) y Atresmedia (Antena 3 y La Sexta). No siempre ha sido así, este proceso de concentración de la propiedad de los medios de comunicación está directamente relacionado con el aumento de informativos que entretienen en lugar de informar, de noticias impresionantes en lugar de importantes, de que la anécdota se cuente como generalidad, del aumento de los discursos de odio y de que la actualidad se haya divorciado de la realidad.

Pedro Sánchez podría haber puesto en marcha en esta legislatura una ley de medios para desarrollar los artículos 18 y 20 de la Constitución Española, esa fue al menos la intención de los legisladores constituyentes. El derecho a la información es uno de los pocos derechos fundamentales de la Constitución Española, por no decir el único, que no se ha desarrollado a través de una ley orgánica. A todas luces paradigmático.

La presión del poder mediático y el miedo del PSOE a enfrentarse a quienes colonizan las mentes tiene a España sin una ley de medios que penalice la mentira y los bulos y que sirva también para limitar que dos grupos empresariales puedan controlar todo lo que se escucha, incluidas las radio fórmulas, se lee o se ve en cine, televisión y plataformas. Un país en el que se reduce la mirada plural de una población de 47 millones de habitantes a sólo dos opciones comunicativas de ámbito privado es una anomalía que dice muy poco de la libertad que se permite la democracia española. Menos criticar a Pablo Motos y más legislar, que cualquiera diría que este Pedro Sánchez de la campaña electoral es el mismo que firma todos los días el Boletín Oficial del Estado.

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