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Nuestras tetas libres

Sinceramente no creo que lo que les dé miedo sean nuestras tetas, sino que seamos libres, sin paternalismos ni señores que siguen queriendo que nuestro cuerpo les pertenezca.

02/07/2023 15:00 h

Nuestras tetas libres

Sinceramente no creo que lo que les dé miedo sean nuestras tetas, sino que seamos libres, sin paternalismos ni señores que siguen queriendo que nuestro cuerpo les pertenezca.

Rocío Saíz ha sido la última víctima de las prácticas patriarcales que las instituciones siguen llevando a cabo en nuestro país. Como ya sabrán, los hechos ocurrieron tras el concierto del Orgullo en Murcia, cuando un agente de policía pidió que la cantante se identificara para sancionarla tras amenazarla con que "o se volvía a poner la camiseta o se iría esposada". Sin embargo, al viralizarse los hechos, gran parte de la ciudadanía mostró su apoyo a la cantante y a las fuerzas del orden no les quedó más remedio que recular y abrir un expediente al agente que agredió a Rocío. Una muestra más de que juntas sí se puede presionar y recuperar los derechos que quieren arrebatarnos a marchas forzadas.

Sabemos que nuestros cuerpos son siempre campos de batalla, donde se decide qué se puede hacer o no con ellos. Leyes absurdas redactadas por señores patriarcales deciden que las mujeres no pueden ir sin camiseta, mientras los hombres exhiben sus pectorales a ritmo de running. No sé ni las veces que habré visto el torso esculpido de CR7 por poner un ejemplo. Aunque parezca una incoherencia, que lo es, el mensaje que hay detrás de estas decisiones arbitrarias es claro: si eres mujer no tienes derecho a mostrarte a los demás, debes taparte o destaparte cuándo y cómo nosotros lo digamos.

Hace unos meses era Ione Belarra la que "provocaba" al personal machistoide con sus pechos. Fue señalada e insultada por unos pezones que se intuían bajo una camiseta. Estaba enfadando al patriarcado por no seguir las normas que se nos han impuesto desde adolescentes. En esa ocasión el juicio estético y sexualizador sobre las mujeres vino de la mano del ultraderechista Bertrand Ndongo, cuando en Twitter adjuntó un comentario a la imagen de Belarra —“¿en serio?—”. A lo que la ministra respondía: “Porque la obligación de llevar sujetador está escrito en el mismo código de honor que mantener relaciones sexuales si te fuiste a casa con él”.

«Nuestras tetas les asustan, nosotras les asustamos cuando nos queremos libres y hacemos con nuestro cuerpo lo que queramos.»

Censuran nuestras tetas, nuestros cuerpos, nuestra libertad de ser o de estar. El conflicto no procede de nuestras tetas ni de nuestros pezones, sino de la mirada de objetualización desde la que se ve a las mujeres. El cuerpo de la mujer es leído desde una perspectiva moral, heteropatriarcal y se percibe como una expresión del deseo. Mientras no terminemos con esa masculinidad tóxica patriarcal y esas leyes que deciden sobre nuestros cuerpos, vamos a estar condenadas a esconderlos o a plantar cara a la autoridad como hizo Saíz y como han hecho en tantas ocasiones las activistas de FEMEN, entre otras.

Dónde quedaron los tiempos en los que Susana Estrada mostró sus pechos ante Tierno Galván (“No vaya usted a enfriarse”, le soltó con ironía el profesor ) para expresar que la libertad de los cuerpos era un hecho y un derecho. Sin embargo, hace unos días, Instagram censuraba la famosa foto en la que Estrada posaba con naturalidad a pecho descubierto. ¿Estamos retrocediendo? Esta es una pregunta retórica. En estos tiempos de revolución, era de esperar una reacción retrógrada y regresiva contra las luchas feministas. Hemos sido testigos de la persecución al Ministerio de Igualdad liderado por Irene Montero y todo lo que representa, derechos humanos, conquistas sociales para las mujeres y colectivos vulnerables. Nos tapan las tetas, pero el mensaje que hay detrás es claro, la opresión del macho hacia la mujer sigue siendo una constante en nuestras vidas.

"Por qué dan tanto miedo nuestras tetas", se preguntaba Rigoberta Bandini en su canción. Esa es una magnífica pregunta a la que llevo dando vueltas demasiado tiempo, desde que yo misma escondía las mías bajo varias camisetas en el instituto. Las guardaba con pudor y vergüenza como si estuviera cometiendo un delito por convertirme en mujer. Los ojos de los niños púberes se afanaban en encontrar la manera de ver algo de busto adolescente e incipiente. El miedo era mío, no de ellos. El miedo siempre ha sido nuestro, por eso hemos tenido que salir con la falda más larga o el escote menos exagerado, algo más recatado, porque al final se trataba de pasar desapercibidas y poder librarnos de las agresiones machistas. Como dice Beatriz Gimeno, “los pezones son como un compendio de la desigual construcción corporal y social de mujeres y hombres. No podemos enseñarlos porque están sexualizados y las mujeres no tenemos sexualidad, o no debemos tenerla, o no debe notarse; porque nuestro cuerpo es un objeto que no es para sí mismo”.

Sinceramente no creo que lo que les dé miedo sean nuestras tetas, sino que seamos libres, sin paternalismos ni señores que siguen queriendo que nuestro cuerpo les pertenezca. Lo que podemos desgranar de la represión ocurrida en Murcia, como en tantos lugares antes, es el control sobre nuestros cuerpos y el hecho de que no podamos ejercer nuestro derecho a la libertad sexual. Nuestras tetas les asustan, nosotras les asustamos cuando nos queremos libres y hacemos con nuestro cuerpo lo que queramos.

Que así sea.

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