La mano que mece Desokupa
Nunca se insistirá bastante en la utilización del miedo como instrumento de control social: el miedo al extraño, al intruso, al inmigrante que viene a quitarte tu trabajo y tu casa.un
Mucha gente dice que no soporta las películas de miedo porque pasan mucho miedo; a mí me sucede exactamente lo contrario, me encantan porque se trata de un miedo controlado, una experiencia vicaria de la que uno sale indemne pese a todas las cuchilladas, destripamientos y matanzas a las que haya podido asistir en la pantalla. Rafael Llopis –insigne psiquiatra y experto en el género fantástico que por desgracia falleció el pasado año— escribió un ensayo extraordinario donde establece un paralelismo entre la pornografía y la literatura de terror: mientras la primera apela al Eros, a la libido, al instinto sexual, la segunda activa el Tánatos, la pulsión de muerte, los oscuros deseos de autodestrucción enterrados en nuestra psique, de manera que el estremecimiento final al leer un gran cuento de Poe, de Machen, de Blackwood o de Lovecraft resulta el equivalente a un orgasmo de tinieblas.
Hay muchas formas de llamar al miedo, desde mitos ancestrales como los vampiros o los licántropos, a fantasías apocalípticas con extraterrestres; desde monstruos radiactivos a fantasmas del más allá; desde asesinos psicópatas a caníbales. A comienzos de los noventa una serie de películas crearon un subgénero basado en el concepto del intruso que se mete en tu casa y te jode la vida a conciencia. En De repente, un extraño (1990), de John Schlesinger, una pareja compra un casoplón enorme y para hacer frente a los gastos deciden alquilar la planta baja a un inquilino de apariencia impecable que les sale rana, no cumple su contrato de alquiler, les llena el piso de cucarachas y amenaza con llevarlos a la ruina. Sólo un año después de ponerse la máscara de Batman, Michael Keaton se transformó sin demasiado esfuerzo en el okupa por antonomasia del séptimo arte, un tipo elegante, con corbata y referencias bancarias, a años luz del clásico perroflauta callejero: hasta en esos detalles el cine avisa de por dónde van en realidad los tiros