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Ignacio Quereda, 27 años de abusos en la selección femenina antes de Vilda y Rubiales

Un homófobo obsesivo que les decía que la homosexualidad “daba mala imagen a la selección y había que acabar con el lesbianismo y los malos hábitos”. Las amenazaba: “la jugadora que confiese públicamente que es lesbiana tendrá un futuro complicado en la selección”. Les prohibía cerrar con llave la puerta de sus habitaciones que inspeccionaba regularmente cada noche para comprobar con quien dormía cada cual. Y además era un facha recalcitrante que llamaba “polacas” a las catalanas.

26/08/2023 13:53 h

Ignacio Quereda, 27 años de abusos en la selección femenina antes de Vilda y Rubiales

Un homófobo obsesivo que les decía que la homosexualidad “daba mala imagen a la selección y había que acabar con el lesbianismo y los malos hábitos”. Las amenazaba: “la jugadora que confiese públicamente que es lesbiana tendrá un futuro complicado en la selección”. Les prohibía cerrar con llave la puerta de sus habitaciones que inspeccionaba regularmente cada noche para comprobar con quien dormía cada cual. Y además era un facha recalcitrante que llamaba “polacas” a las catalanas.

Los hombres que no amaban a las mujeres. Una película de terror

Años de maltrato, castigo y cultura de la violación con la complicidad de medios de comunicación y estamentos políticos. Acudir a la selección de fútbol femenina ha sido durante décadas una pesadilla para las deportistas que eran tratadas como menores de edad en un internado franquista. Un asfixiante sistema patriarcal diseñado para someterlas por hombres que no sentían el menor respeto por su dignidad como mujeres. A lo que sumaban una homofobia opresiva contra ellas y un casposo nacionalismo español que menospreciaba continuamente a un grupo de jugadoras mayoritariamente catalanas y vascas.

Eran jóvenes y muy talentosas. Algunas jugaban en equipos punteros en Europa, habituadas a sociedades avanzadas donde los derechos feministas y LGTBI estaban consolidados. Venían a la selección y retrocedían a otra época. Aparte de la desidia federativa y la falta de medios, durante 27 años sufrieron a Ignacio Quereda al frente, un inepto sin cualificación técnica que las maltrataba física y psicológicamente. Un homófobo obsesivo que les decía que la homosexualidad “daba mala imagen a la selección y había que acabar con el lesbianismo y los malos hábitos”. Las amenazaba: “la jugadora que confiese públicamente que es lesbiana tendrá un futuro complicado en la selección”. Les prohibía cerrar con llave la puerta de sus habitaciones que inspeccionaba regularmente cada noche para comprobar con quien dormía cada cual. Y además era un facha recalcitrante que llamaba “polacas” a las catalanas.

Tampoco se las tomaba en serio en lo deportivo. El cuñadismo se mofaba en los medios: “el fútbol femenino ni era fútbol, ni era femenino”.

Se quejaban, pero nadie les hacía caso en ese ecosistema patriarcal y machista que rodeaba a la selección. Hartas del maltrato y de la inutilidad profesional del seleccionador se rebelaron por primera vez en 1996 y pidieron su destitución por carta. Villar, presidente de la federación, rompió su petición que definió como “una tontería de las niñas” y ni les respondió. No trascendió a la opinión pública y algunas fueron castigadas no volviendo a ser convocadas. Hubo jugadoras que renunciaron al fútbol muy jóvenes como único medio de huir de esa tortura. El seleccionador continuó ejerciendo su dominio sádico con total impunidad. Las imágenes del maltrato a las jugadoras que hemos podido ver son espeluznantes. Diecinueve años más tarde una nueva generación de jugadoras se volvieron a plantar en 2015 y esta vez lo hicieron público en los medios para que a la federación no le quedara otro remedio que tomar medidas. Consiguieron que el seleccionador Quereda acabara dimitiendo, pero de nuevo fueron represaliadas y tres ya no volvieron nunca a la selección a pesar de estar en lo mejor de sus carreras triunfando en grandes clubes europeos.

Toda esta historia está maravillosamente mostrada en el demoledor documental “Romper el silencio: la lucha de las futbolistas de la selección” dentro de la serie de reportajes “Informe+” de Movistar todavía disponible en la plataforma. Al final de este artículo se muestran testimonios estremecedores donde las protagonistas describen el maltrato sistemático y el ambiente opresivo dentro de la selección, el hartazgo y el desánimo que les provocó durante años, así como el espíritu indomable de las que no se sometieron y fueron castigadas y apartadas.

Con el cambio de seleccionador y del presidente de la federación el trato mejoró, pero no desaparecieron los problemas. Vilda, tan escaso de experiencia y cualificación profesional como su predecesor, continuó con el modelo dictatorial de Quereda con el que había convivido 5 años. Las deportistas volvieron a encontrarse con comportamientos propios de otras épocas, incluyendo las dosis habituales de homofobia federativa que siempre han sufrido. Todo lo cual desembocó el pasado año en una nueva petición de las jugadoras a la federación exigiendo la destitución del seleccionador y mejoras de calado en la organización deportiva y humana. Nada menos que 15 de las mejores jugadoras españolas se negaron a acudir a la selección. La respuesta de Rubiales fue la esperada de un machirulo casposo como él: confrontación y autoritarismo. Inició la guerra contra las jugadoras filtrando sus correos a medios afines para que las destrozaran tratándolas como a niñas malcriadas. Los ataques de la prensa a las jugadoras fueron despiadados y prácticamente unánimes.

Como sucedió décadas atrás se despreció a las jugadoras y se mantuvo al seleccionador. Las que no lo aceptaran tendrían que renunciar al mundial, la ilusión de su vida deportiva. La unión de las jugadoras se resintió. La mayoría de las 15 mantuvieron el plante como Mapi León, considerada la mejor del mundo en su puesto, pero otras cedieron y volvieron a la selección dentro de un ambiente completamente enrarecido. Su calidad deportiva es tal que han ganado el mundial a pesar de todos esos conflictos y ausencias. Rubiales lo ha considerado como una reafirmación de su postura de “macho alfa” frente a las jugadoras. De ahí su gesto de orangután en el palco agarrándose el paquete. “Me habéis retado y os he ganado. Por mis huevos”.

«Vilda, tan escaso de experiencia y cualificación profesional como su predecesor, continuó con el modelo dictatorial de Quereda con el que había convivido 5 años. Las deportistas volvieron a encontrarse con comportamientos propios de otras épocas, incluyendo las dosis habituales de homofobia federativa que siempre han sufrido.»

Pero las futbolistas ya no están dispuestas a transigir más humillaciones y están en pie de guerra contra la federación. Afortunadamente la respuesta social ha sido imparable reivindicando el feminismo y apoyando a las jugadoras y se ha extendido internacionalmente. Rubiales y algunos responsables han caído y seguramente también lo hará Vilda. Es necesaria una limpieza a fondo de toda esa pocilga machista y homófoba.

Ha sido vergonzoso el inicial apoyo casi unánime de los medios a Rubiales. Se resistieron a considerarlo una agresión. Insistieron en que era algo espontáneo y sin importancia, seguramente motivados porque las primeras denuncias vinieron de Pablo Echenique e Irene Montero. Lo sucedido ha mostrado que el machismo, la opresión misógina y la cultura de la violación siguen plenamente vigentes en España y están profundamente implantadas. Si Pablo Motos no se comportara como se comporta con las mujeres en su programa de máxima audiencia sin que nadie salvo el Ministerio de Igualdad se haya atrevido a criticarlo, seguramente Rubiales no se comportaría como se comporta con las mujeres en el fútbol.

Cuando Echenique y Montero tuitearon contra el gesto de Rubiales era impopular y arriesgado hacerlo para alguien de su repercusión. Los medios los atacaron acusándolos de buscar protagonismo robándoselo al logro de las jugadoras y “eldiario.es” cargó contra Montero y Belarra por afirmar que un beso en la boca sin consentimiento era una agresión sexual. Yolanda Díaz, con su tacticismo habitual, esperó 24 horas hasta ver si le convenía sumarse y a continuación intentó apropiarse del mérito con el apoyo de los medios de la progresía. Juanma Castaño, nada sospechoso de simpatizar con Podemos, fue muy claro al respecto: “Los más honestos en esto han sido Echenique e Irene Montero. Los primeros que se mojaron con relevancia nacional fueron ellos y a partir de ahí se sumó todo el mundo”.

España ha visto en directo lo que significa el consentimiento. Sánchez y Yolanda Díaz no querían hablar de ello y se han visto obligados. Querían tapar a Irene Montero y ahí sigue, brillando. Ha quedado demostrado que siempre tuvo razón: había que centrar la ley en el consentimiento, mientras que tras la contrarreforma de PSOE y PP vuelve a ser la víctima quien tiene que demostrar que ha habido violencia. Hay veces que las batallas no se ganan en el momento, sino tiempo después. Ahora se entiende perfectamente que los “rubiales con toga” retorcieran sus sentencias para excarcelar a violadores como medio para atacar la ley del “Sólo sí es sí” y al Ministerio de Igualdad de Podemos.

Sánchez manifestó en campaña que los mensajes de Irene Montero contra el machismo molestaban a sus amigos cincuentones que lo percibían como una agresión. Ahora se vuelve en su contra porque Rubiales podría ser perfectamente uno de ellos. Yolanda Díaz tendrá que explicar algún día cómo es posible que vetara a Irene Montero y a Echenique para dejarlos fuera del parlamento la próxima legislatura con la excusa de que su combatividad irritaba a los machistas. Decía que el camino es un feminismo integrador sin batalla cultural, ni confrontación, ni ruido, pero todos hemos podido comprobar que para derrotar a Rubiales y defender a Jenni Hermoso ha sido necesario todo lo contrario: un feminismo beligerante, plantando la batalla cultural contra el machismo y haciendo todo el ruido posible.

“Romper el silencio: la lucha de las futbolistas de la selección” (dentro de la serie de reportajes “Informe+” de Movistar)

Testimonios del horror

Natalia Pablos: “El olía perfectamente y se daba cuenta de la gente que era más débil”.

Mar Prieto: “Cuando entré en la selección española yo tenía 15 años. Era una cría. Al principio fue una persona educada, amable, pero se fue haciendo más agrio, a ser déspota con la gente”.

Danae Boronat: “Di por casualidad con la historia. Quería hacer un libro donde las jugadoras contaran su vida, pero cuando les preguntabas por uno de los capítulos más importantes: ¿Qué tal en la selección española?, que se supone que es su sueño, representar a su país, y resulta que para la mayoría de las jugadoras con las que hablé había sido casi una pesadilla. Estoy segura de que hay muchísimas jugadoras que cuando vean esto, dirán: Sí, si: yo también dejé la selección porque no me aportaba nada y lo pasaba mal”.

Roser Serra: “Con 20 años no tienes la experiencia de maltrato psicológico. No era consciente hasta que pasaron unos años y me di cuenta de por lo que había pasado. Cuando acabábamos los entrenamientos y estirábamos en círculo, Quereda iba haciendo comentarios: “tú lo que necesitas es un macho”.

María Teresa Andreu: “Para mí, como mujer, es un desprecio. Le llamé muchas veces la atención: trata bien a las chicas”.“Disfrutaba chillando a una jugadora delante del grupo. Le gustaba humillar a gente delante de otras personas y esto yo no lo consentía”.

Roser Serra: “Cuando se le ponía una chica entre ceja y ceja, a por ellas, y normalmente escogía a las jovencitas”.

Vero Boquete: “Era duro. Intentábamos paliarlo con bromas entre nosotras porque hacer algo era difícil. Cuando ya cumples años y tienes otras experiencias de vida, en mi caso en otros países, ves otra sociedad, volver a España, a la selección y volver a tener ese trato era duro.

Vicky Losada: “Yo llegué a la absoluta con 19 años. Cuando llegas allí y ves que las mayores aguantas eso, se crea como un hábito. Para mí era lo normal”.

Vero Boquete: “Quereda era una persona muy fría, muy arisca. Ir por la mañana en el mismo ascensor que él y que no te de ni los buenos días”.

Roser Serra: “Estuve en la selección 10 años y nunca mantuve una conversación con él: dejaba patente que él estaba arriba y tú abajo”.

Vicky Losada: “En las charlas la gente tenía miedo y no hablaba. Nadie quería cruzárselo por el pasillo ni en comedor”.

Vero Boquete: “Cuando estaba con gente respetada, con gente de poder, con directivos era totalmente distinto y se comportaba de otro modo”.

Danae Boronat: “No era dejadez por parte de Villar permitir ese trato de Quereda. Había un interés en que las jugadoras estuvieran amedrentadas, calladas, que se sintieran como el último mono y así no pedían nada”.

Mar Prieto: “Teníamos que dejar las puertas abiertas e iba pasando habitación por habitación. Llamaba, abría, miraba y cerraba. Nos trataba como a niñas pequeñas. De esa forma, él se sentía el poderoso dentro de la manada. Las niñas nos llamaba”.

Roser Serra: “Chavalitas. Pitufas”.

Vicky Losada: “A las catalanas nos llamaba polacas. Te reías, pero decías: ¿Por qué?. Con el tema de la homosexualidad era algo que él quería erradicar, y me lo dijo cuando yo tenía 16 ó 17 años”. Yo tenía miedo. Pero bueno, con el paso de los años he cogido más confianza y a día de hoy lo he hecho público abiertamente porque es mi vida, no es nada malo y creo que puede ayudar a muchos niños y niñas que lo estén pasando mal y la felicidad de una persona es lo primero”.

Vero Boquete: “La homosexualidad era una cosa que siempre le habrán dicho que hay que relacionarlo con lo malo y que es una enfermedad, que no puede ser y él siempre lo ha creído así y lo hacía saber”.

Natalia Pablos: “Nos decía que no era bueno para el fútbol femenino que se sepa que hay homosexuales”.

Mar Prieto: “La gente estaba muy descontenta. Decían que no querían ir a la selección porque lo pasaban mal. Encima no había peparación ni medios de cara a los campeonatos. Por eso nunca llegábamos a nada. Ni amistosos, ni entrenamientos. La única vez que nos permitieron entrenar un mes y pico en el 96 quedamos terceras en la Eurocopa”.

Natalia Pablos: “Sabíamos que las anteriores habían escrito una carta al presidente a la que no hicieron caso. Había que dar un paso más. En 2015 lo hicimos público a través de los medios de comunicación. Hicimos un comunicado en el que estábamos de acuerdo las 23 jugadoras”.

Danae Boronat: “La conciencia feminista había crecido muchísimo y eso fue fundamental para que ellas se sintieran con fuerza para denunciarlo”.

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