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MADRID, 24/05/2023.-EFE/ Chema Moya

Génova no paga traidores

Si yo fuera Feijóo vigilaría mis espaldas. Igual que rodó la cabeza de Casado, rodará la suya en cuanto se descuelgue un solo milímetro del PP capitalino, que no necesita pactar con Rocío Monasterio porque la supera con creces en populismo autoritario y en extravagancias discursivas.

24/05/2023 10:21 h

Génova no paga traidores

Si yo fuera Feijóo vigilaría mis espaldas. Igual que rodó la cabeza de Casado, rodará la suya en cuanto se descuelgue un solo milímetro del PP capitalino, que no necesita pactar con Rocío Monasterio porque la supera con creces en populismo autoritario y en extravagancias discursivas.

Lo he visto en las redes sociales porque Madrid me pilla bastante lejos. En el barrio de Salamanca, ocupando una fachada señorial, un panel electoral de Podemos muestra el rostro satisfecho de Tomás Díaz Ayuso bajo una frase pronunciada por Pablo Casado hace ahora más de un año en la COPE: “La cuestión es si es entendible que el 1 de abril, cuando morían en España 700 personas, se puede contratar con tu hermana y recibir 286.000€ de beneficio por vender mascarillas”. Estas declaraciones, disponibles aún en la cuenta de Twitter del Partido Popular, fueron el testamento político de Casado. Isabel Díaz Ayuso y sus guillotinas mediáticas tardaron un suspiro en decapitarlo.

Me interesa esta campaña de Podemos porque cuenta una historia, la historia de una traición y un fratricidio, un motín sin precedentes que convirtió los despachos peperos en un hervidero de rencores y puñaladas traperas. Por un momento, la memoria nos devuelve a aquellos días de incertidumbre en que la calle Génova respondió a la confabulación levantando un bosque de pancartas. Vimos a multitudes gritonas que unieron sus indignaciones no para denunciar los trapicheos de la presidenta de la Comunidad de Madrid sino para pedir la cabeza de aquel que había cometido la insolencia de denunciarlos.

Aunque es una historia conocida, llama la atención lo rápido que nos hemos olvidado de ella. La prensa conservadora —si es que aún queda prensa que no sea conservadora— apostó por pasar página y vendernos la moto del nuevo jefe de filas de la oposición, un Alberto Núñez Feijóo curtido en la veteranía de las poltronas gallegas, un líder refrescante que vendría a rescatar al PP de la podredumbre casadista. Las cabeceras repitieron con un servilismo mimético el estribillo de la moderación, Feijóo el moderado, Feijóo el sobrio, el gestor calmo y templado que nada tendría que ver con las mamarrachadas ultraderechistas.

Génova no paga traidores

MADRID, 23/05/2023.- EFE/ J.J. Guillén

La realidad, sin embargo, habla en el idioma de los hechos. Y en este caso los hechos desmienten todas las apariencias. Juan Manuel Moreno, pintado por el imaginario mediático como un hombre austero y mojigato, fue el primer dirigente popular que se encaramó al poder a hombros de la extrema derecha. Su primer socio, el juez Francisco Serrano, iba a terminar en los tribunales por una presunta estafa de 2,5 millones de euros. El blanqueo ha sido imparable desde entonces. Nueve días después de que Feijóo el moderado asumiera el mando del PP, Alfonso Fernández Mañueco abrió por primera vez las puertas de un gobierno autonómico a los hooligans de Vox. El Partido Popular no se inclina hacia la moderación sino hacia posiciones cada vez más montaraces. En 2020, cuando Pablo Casado rechazó la moción de censura de Santiago Abascal contra el Gobierno, las huestes de Ayuso hicieron una mueca de desaprobación. El blog de Eduardo Inda, que solo en 2021 iba a recibir 295.000 euros de la Comunidad de Madrid, acusó a Casado de connivencia con ETA por haber dado calabazas a los abascales. El pasado mes de marzo, el moderado Feijóo corrigió el agravio en la moción de censura de Ramón Tamames y pasó del negativo Casado a una moderadísima abstención. Ni frío ni calor. Moderación.
«El reciente paseíllo de los líderes del PP madrileño por tierras vascas es mucho más que un mero ejercicio de paracaidismo o de humorismo involuntario»
Mientras los partidos vascos debaten sobre el desempleo, la decadencia del servicio público de salud o el derecho a la vivienda, los grandes medios españoles manosean el juguete de ETA para deleite de Isabel Díaz Ayuso, presidentísima, caudilla de los Madriles y territorios de ultramar, que ha aprovechado la campaña electoral para eclipsar a Feijóo y afianzarse como cabeza de la oposición al Gobierno de Pedro Sánchez. Los vascos volvemos a ser el enemigo interno, el pretexto, el casus belli, el eterno fiel de balanza. Si yo fuera Feijóo vigilaría mis espaldas. Igual que rodó la cabeza de Casado, rodará la suya en cuanto se descuelgue un solo milímetro del PP capitalino, que no necesita pactar con Rocío Monasterio porque la supera con creces en populismo autoritario y en extravagancias discursivas. Génova no paga traidores. Se gastó todo nuestro dinero en mascarillas.
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