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EFE/ Rodrigo Jiménez

El entierro en directo del 15M

Regresa la izquierda de los Clinton de provincias, la izquierda de la sección de Vida y Estilo de El País que confunde el arte con diseño de interiores y el ecologismo con la jardinería, una izquierda que tiene fobia a ser identificada con lo popular

11/06/2023 08:59 h

El entierro en directo del 15M

Regresa la izquierda de los Clinton de provincias, la izquierda de la sección de Vida y Estilo de El País que confunde el arte con diseño de interiores y el ecologismo con la jardinería, una izquierda que tiene fobia a ser identificada con lo popular

Sumar ya es una coalición. Aunque el relato publicado es de ilusión, la realidad es de resignación. Vuelven los vetos, las negociaciones a puerta cerrada, la izquierda aristocrática, el hablar bajito para que no se enfaden los que mandan, aceptar que el poder marque los límites de lo posible y los viejos aparatos. Si el 15M llevaba ya varios años agotado como proyecto de impugnación del Estado del 78, Sumar supone de facto enterrar al muerto y aceptar que los enemigos de la democracia han derrotado a aquellos jóvenes ilusos que lo querían cambiar todo y que gritaban ‘no nos representan’.

Ni las derrotas ni las victorias son definitivas, pero de momento ha ganado el 15M clasemediero, los hijos de los altos funcionarios del felipismo que se hicieron revolucionarios no porque sintieran que era injusto que la limpiadora de su casa no tuviera derechos, sino porque el sueño aspiracional que le habían prometido sus padres no se iba a poder cumplir por el colapso del neoliberalismo.

Ha perdido el 15M de los barrios, la gente sin másteres y sin carreras universitarias que se politizaron al grito de ‘no nos representan’, que sacaban sus ollas para hacer ruido y que han vivido en crisis desde que nacieron, los que no tenían la oportunidad ni de comprarse un billete para emigrar a Alemania porque, además no haber podido estudiar idiomas en una academia privada, no tenían el dinero para el billete de avión.

Como en la mayoría de los estallidos sociales, han ganado los vivos, quienes más que cambiar el mundo lo que querían era sustituir a las élites, entrar en Palacio y ser aceptado por la Corte. La alianza del sector posibilista de Podemos, liderado por Iñigo Errejón, con los sectores de la vieja izquierda que vieron en el 15M un peligro a su hegemonía política, es el regreso al pasado. Quizás no se pueda hacer otra cosa ahora, pero no es una victoria aunque el argumentario ordene lo contrario.

Hay quienes quieren reducir las relaciones entre Sumar y Podemos o entre Yolanda Díaz e Irene Montero, como un enfrentamiento personal, al estilo de los tertulianos que moralizan cada día la vida en directo desde los programas de telerrealidad. Es más útil para acudir a una tertulia decir que Yolanda Díaz e Irene Montero se odian a decir que ambas representan dos posturas políticas que conviven en el espacio progresista que nació del 15M.

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Yolanda Díaz, que es militante del Partido Comunista de España desde su juventud, representa una izquierda que ha aceptado la derrota impuesta por el Estado del 78, la coalición de los poderes judicial, mediático y económicos puestos al servicio de salvar España de cualquier opción que pretenda abrir el candado de las imposiciones que el franquismo dejó a fuego en la Transición. Yolanda Díaz no es la hija de un mozo de mudanzas, sino la hija de un dirigente de las Comisiones Obreras de Galicia. Comisiones Obreras, con sus muchos defectos y muchas virtudes, representa por excelencia lo que se ha venido en llamar “franquismo sociológico”.

CCOO es una organización imbuida de la cultura de la Transición, más preocupada por el miedo que por la movilización, lo que ha dado lugar a una descapitalización del movimiento obrero en favor del pactismo con la patronal. Para entender lo que políticamente significa Yolanda Díaz, hay que tratar de entender a Comisiones Obreras, un sindicato de clase en el que los años 90 te encontrabas a delegados que presumían alegremente de votar al PP de José María Aznar, que llamó “independencia” a desligarse de la estrategia del Partido Comunista de España o que defendieron el Tratado de Maastricht, que de facto supuso la neoliberalización de la Unión Europea.

La propia dirigencia actual de Comisiones Obreras no proviene en su mayoría de los centros de trabajo, sino de la propia estructura del sindicato. Son trabajadores de CCOO, no líderes sindicales en sus centros de trabajo. Esto explica muchos comportamientos a la hora de negociar con la patronal, que también está dirigida por un señor, Antonio Garamendi, que no tiene ninguna empresa y que cobra por gestionar la entidad de los empresarios. En Comisiones Obreras también hay una militancia heroica que funciona como salvavidas de cientos de trabajadores, pero, por desgracia, mandan poco.

«Las plazas a veces están llenas y a veces están vacías, pero donde no se puede estar nunca es en la plaza equivocada. »

Cuando nos preguntamos por qué en Francia los sindicatos pueden convocar hasta 10 huelgas generales por la reforma de las pensiones, sacando a millones de personas a la calle, la respuesta se llama que los sindicatos franceses no han puesto todos los huevos en la cesta de la negociación, sino que han guardado una docena en la cesta de la movilización para poder negociar desde la fuerza y no desde la debilidad de tener la calle vacía.

En Andalucía, la secretaria general de CCOO, Nuria López, firmó con el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, varios acuerdos de concertación la legislatura pasada de los que no se cumplió ni la letra grande ni la pequeña, pero sí sirvió para que el PP se vistiera de social y dialogante a la vez que pactaba con Vox medidas como perdonarle los impuestos a 20.000 millonarios o bonificar con dinero público las clases particulares de los hijos de las familias que ganan más de 100.000 euros al año. La mayoría absoluta del PP en Andalucía no ha sido sólo gracias a Canal Sur.

Recientemente, días antes de la convocatoria de una multitudinaria manifestación contra la privatización de la atención primaria en Andalucía, CCOO firmó nuevamente un acuerdo social con la Junta de Andalucía que sirvió para enfriar la calle y regalarle una foto de oro a Juanma Moreno en uno de los momentos más difíciles desde que fue elegido presidente en 2019.

Regresa la izquierda que se viste, saluda y dice lo que el poder quiere que diga, se vista o salude. La izquierda perfumada que se abraza con Florentino Pérez a la vez que tira por la borda a sus compañeros y compañeras que ponen el cuerpo y por ello son maltratados por el poder mediático. Regresa la izquierda ilustre que viaja de turismo a los barrios periféricos, la izquierda que no da miedo al poder porque no pone en peligro sus privilegios, que es capaz de vetar a un símbolo feminista de ámbito internacional como la ministra de Igualdad, Irene Montero, a cambio de que La Sexta no saque durante la campaña electoral el contador de violadores que han sido puestos en libertad por los jueces que incumplieron una ley pensada para proteger a las mujeres y no para rebajar condenas.

Regresa la izquierda de los Clinton de provincias, la izquierda de la sección de Vida y Estilo de El País que confunde el arte con diseño de interiores y el ecologismo con la jardinería, una izquierda que tiene fobia a ser identificada con lo popular. Una izquierda rebelde de cintura para bajo y domesticada de cintura para arriba, una izquierda dócil que se alimenta de relatos y no de realidad, que confunde la plurinacionalidad de España con saludar en los idiomas cooficiales y que reduce el feminismo a poner a dos mujeres en una rueda de prensa mientras quienes negocian el veto al feminismo son hombres de negro con varios trienios como fontaneros de los viejos aparatos.

Han perdido los ilusos del 15M que soñaron con querer cambiarlo todo, quienes se arrimaban a las asambleas quincemayistas en las que los hijos de los altos funcionarios del felipismo, con muchos estudios, pero con el sueño aspiracional truncado, controlaban el turno de palabra y los puntos del orden del día a la vez que hacían creer que era todo espontáneo e improvisado.

Quizás España no dé para más y lo más lejos que se pueda llegar por hoy sea lo que significa Sumar, pero que nadie pida resignación a quienes siguen creyendo que la valentía sigue mereciendo la pena. Dar la razón a los poderosos puede significar un tratamiento amable del poder mediático e incluso hasta una victoria electoral, como en su día triunfó el felipismo, pero de facto supone la antesala de una derrota cultural y política que tomará tierra más pronto que tarde en forma de desafección y crisis de representación.

Aunque el viejo mundo ha regresado, el pueblo siempre vuelve y llenará de nuevo las plazas para volver a señalar con nombres y apellidos a quienes fabrican la injusticia y también a la izquierda que es funcional a la derecha, aquella que antes del 15M se presentaba a las elecciones con la única incertidumbre de si iba a tener más o menos liberados y no si le iba a disputar el poder a quienes mandan de verdad. Las plazas a veces están llenas y a veces están vacías, pero donde no se puede estar nunca es en la plaza equivocada.

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