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Cuando faltan respuestas y preguntas, nos quedan las emociones

Deprisa, deprisa

Dije hoy a unas buenas amigas en una de esas pocas paradas que nos permite el tren bala que, sí con las peores cartas, el viento el contra y los orcos en frente se han librado tan dignas batallas, tenemos que seguir jugando la próxima partida, hasta la próxima mano, hasta que lleguen vientos de cola. Que llegarán, no se si pronto, pero llegarán.

03/06/2023 15:38 h

Deprisa, deprisa

Dije hoy a unas buenas amigas en una de esas pocas paradas que nos permite el tren bala que, sí con las peores cartas, el viento el contra y los orcos en frente se han librado tan dignas batallas, tenemos que seguir jugando la próxima partida, hasta la próxima mano, hasta que lleguen vientos de cola. Que llegarán, no se si pronto, pero llegarán.

¿Os acordáis de las elecciones municipales de hace apenas cuatro días? ¿Y de la moción de censura (de la última, digo) de hace no más de dos meses? ¿Recordáis cuando soñábamos con sorpassos? ¿No tenéis la sensación de que los días pasan como carreras de salto de valla, como los entrenamientos de los gladiadores, en los que apenas una se incorpora, tiene que esquivar el golpe siguiente? ¿No sentís que todo ocurre demasiado rápido, demasiado borroso y líquido, demasiado deprisa, tan deprisa?

Esta columna es para quien se sienta así. Para quienes no sabemos ser esos politólogos en pijama que pueden opinar de todo en la tele. Para quienes la urgencia y la incertidumbre les bloquean. Para quienes llegamos tarde a casi todos los análisis, para quienes a veces nos vemos en la necesidad de reconocer que no tenemos ni puta idea.

Por eso quisiera detenerme, -si detenerse está permitido en esta política de tren bala que no anuncia la próxima parada- un segundo, un ratito, lo que dura esta columna, que morirá en la tarde de mañana, -como han muerto las municipales y las autonómicas, y lo de Vinicius, y lo de ETA, como murió Tamames, y como nacen y mueren los temas en este convoy en el que vamos subidas- para reivindicar a las que dudamos, a las que seguimos necesitando espacios para pensar juntas, las asambleas, las reuniones, leer todas las columnas que podamos, las cañas o las sobremesas para dar con las claves, con esa pregunta que hay que colocar y que, como dice Raúl Solís con esa claridad que tanto le envidio, serviría para ordenar las respuestas.

Por que, no se si os pasa, pero veo a Marc Giró, que dice que mientras leemos el Capital, nos la meten por el culo, y me enfado por lo obvio y porque creo que subestima al enemigo, pero también le admiro por decir algo evidente, o quizá no tanto. Y veo a Juana Dolores, ayer mismo también, tan digna y tan punki en TV3, señalando sus aburguesadas vergüenzas, y la aplaudo el coraje, pero a renglón seguido pienso: no, así no se ganan elecciones. También escucho la SER y me enfado en la ducha, y pongo la Base para cenar, porque necesito alguien que diga lo que yo rumiaba en silencio. Alguien que no me diga otra vez que eso de la OTAN ya no le importa a nadie, alguien que no me diga eso de que hablar de corrupción no suma votos. Pero después vuelvo a Twitter -porque siempre, tonta de mí, vuelvo a Twitter- y saltan los trinos de moderación y de mesura, y dudo, claro que dudo de mí, y de todos, porque la era está pariendo algo, no se si un corazón o un monstruo, pero hará falta lucidez para alumbrarlo.

«Perder es una mierda. Por eso espero que en las próximas horas, días y semanas, seamos -juntas- capaces de dar con las preguntas y de no triturarnos entre nosotras por el camino construyendo las respuestas. Más os vale. Más nos vale.»

Pero supongo que, cuando faltan respuestas y preguntas, nos quedan las emociones y las corazonadas. Como cuando, en esa campaña municipal madrileña de hace cuatro días y un mundo, escuché a Sotomayor decir “y si todo va mal, me vuelvo a vender trajes al Corte Inglés” y por fin algo me emocionó. No fueron los lemas, ni los vídeos de campaña, sino esa frase sin reveses de un tipo que salió a pista con metros de desventaja, y que se quedó a unas décimas de la meta. Y recordé esa frase de nuevo cuando Villacis en su triste última cena presumió de no llamarle, porque para ella no habrá Corte Inglés ni tendrá que buscarse la vida, porque tiene un imperio inmobiliario heredado esperándole a la salida. A veces con la corazonada es suficiente.

Yo, que siempre he tenido una inconveniente atracción por las causas complicadas, -será por haber crecido del bando vencido-, tengo una alta tolerancia a la derrota. Eso no quiere decir que la prefiera, ni que la glorifique; eso se lo dejo a otros. Perder es una mierda. Por eso espero que en las próximas horas, días y semanas, seamos -juntas- capaces de dar con las preguntas y de no triturarnos entre nosotras por el camino construyendo las respuestas. Más os vale. Más nos vale. Por el bien de todas y de todo lo que amamos de esta buena tierra nuestra, y aunque haya que hacerlo, como todo en este tiempo, deprisa, deprisa.

Dije hoy a unas buenas amigas en una de esas pocas paradas que nos permite el tren bala que, sí con las peores cartas, el viento el contra y los orcos en frente se han librado tan dignas batallas, tenemos que seguir jugando la próxima partida, hasta la próxima mano, hasta que lleguen vientos de cola. Que llegarán, no se si pronto, pero llegarán. Será ingenuidad, o será una corazonada.

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