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La constante democrática en España es plurinacional

Hay una constante en España que a estas alturas nadie debería discutir: cada vez que se abren las urnas, el electorado deja claro que sólo existe una mayoría posible refrendada en la suma de fuerzas progresistas estatales, fuerzas progresistas plurinacionales y fuerzas plurinacionales no necesariamente progresistas. A esto podríamos llamarlo la constante democrática.

14/08/2023 20:02 h

La constante democrática en España es plurinacional

Hay una constante en España que a estas alturas nadie debería discutir: cada vez que se abren las urnas, el electorado deja claro que sólo existe una mayoría posible refrendada en la suma de fuerzas progresistas estatales, fuerzas progresistas plurinacionales y fuerzas plurinacionales no necesariamente progresistas. A esto podríamos llamarlo la constante democrática.

El análisis en política no puede reducirse a la lectura de lo momentáneo, de la coyuntura, de la noticia de turno. El hilo histórico suele ser más útil para definir los escenarios y eso es clave para entender, por ejemplo, el escenario político que tenemos en España hoy. Los últimos siete años han sido particularmente movidos en España, hemos visto crisis de régimen sostenida, operaciones del régimen para cerrar su agonía con partidos útiles como Ciudadanos y luego VOX, operación jurídica y mediática contra partidos y sujetos políticos impugnadores, cinco elecciones en siete años, dos mociones de censura, el primer gobierno de coalición de la democracia en España, crecimiento del bloque reaccionario gracias a la participación activa de los poderes que exceden las instituciones (económico y mediático) y, hace semanas, un nuevo adelanto electoral. Parecen muchos hechos y me dejo varios en el tintero, pero pese a la lluvia de sucesos que parecen distintos e inconexos entre sí, hay una constante en España que a estas alturas nadie debería discutir: cada vez que se abren las urnas, el electorado deja claro que sólo existe una mayoría posible refrendada en la suma de fuerzas progresistas estatales, fuerzas progresistas plurinacionales y fuerzas plurinacionales no necesariamente progresistas. A esto podríamos llamarlo la constante democrática.

Según esta constante democrática podemos decir que existe un mandato contundente: si queremos que en España haya gobernabilidad, estabilidad y posibilidad de avanzar en una agenda democrática todas estas fuerzas políticas han de construir un bloque conjunto que vaya más allá del marco de una sola legislatura.

Sin embargo, tras el resultado electoral del 23J se ha repetido en diversos espacios un mantra que uniformiza los análisis: España ha pasado del bipartidismo al bibloquismo. Una afirmación con la que puedo estar de acuerdo pero que se plantea, erradamente, desde las mismas coordenadas bipartidistas. Como si el ‘bibloquismo’ español pudiera reducirse al elenco electoral que lo conforma. Como si pudiera definirse en términos de aritmética: la suma PP-VOX versus la suma progresista y plurinacional que engloba al PSOE, Sumar, ERC, Bildu, BNG y otras fuerzas soberanistas no necesariamente progresistas (Junts, PNV). Me temo que es impreciso reducir el ‘bibloquismo’ a estos términos. Sobre todo porque no podemos reducir los bloques políticos simplemente a la suma de los partidos existentes. Está demostrado que existen actores de mucho poder que se sitúan fuera del ecosistema partidista y que muchas veces tienen más poder de decisión sobre la política española que los propios escaños en el Congreso de los Diputados. Hablamos entonces de un choque de bloques que excede lo institucional.

De un lado está el bloque reaccionario protagonizado, en el flanco electoral, por el Partido Popular y VOX —ambos, de facto, el mismo proyecto— pero también, y con mucho protagonismo, por Ana Rosa Quintana, Manuel Marchena, José Crehueras, Borja Prado, Ana Patricia Botín, Florentino Pérez, Juan Roig, Casa Real, etc.; y, del otro, un bloque democrático que necesariamente tiene que ser plurinacional. La democracia en España no se puede defender sin aceptar y defender su plurinacionalidad. No lo digo yo, lo dicen las urnas hace siete años.

«Recuerden que hace cuatro años sólo un partido se atrevía a apostar realmente por el gobierno de coalición. Hoy, cuatro años después, nadie lo cuestiona porque las evidencias, por muy ruidosas o problemáticas que parezcan al inicio, acaban cayendo por su propio peso en el momento en que se ponen valientemente en práctica.»

Evidentemente, es una buena noticia que la pulsión democrática sea mayoritaria en España pese a la operación sistemática de los poderes para convencernos de lo contrario y para conseguir lo contrario.  Ahora bien, este bloque democrático no se va a construir solo. No se va a construir únicamente porque las urnas lo hayan refrendado una y otra vez como en las cinco últimas elecciones generales. Sólo será posible la construcción de este bloque en el momento en que todos los actores implicados atiendan el mensaje de las urnas y entiendan de una vez, como ya empezó a hacerse en la legislatura anterior, que la única alternativa posible a la construcción de este bloque es la victoria del bloque reaccionario... que vendría a ser lo mismo que cada uno de estos partidos políticos se hicieran el harakiri por separado. No nos engañemos, ninguno de estos partidos, progresistas o plurinacionales, están libres de peligro con el Partido Popular en la Moncloa con o sin VOX en el Consejo de Ministros.

Es por ello que es tan importante que las fuerzas políticas llamadas a integrar este bloque comprendan las intenciones de aquellos que operan ya por mar, tierra y aire para evitar que este bloque se construya. Que no cedan a los cantos de sirena que determinados  poderes mediáticos van a poner encima de la mesa planteando una tercera vía como posible, proponiendo la exclusión de partidos políticos que integran este bloque democrático, demonizando a actores políticos que integran este espacio o cayendo en la tentación de creer que los apoyos vienen dados sin necesidad de negociar y de tejer lazos entre todas las fuerzas a partir de propuestas ambiciosas que planteen una agenda de avance democrático y de reconocimiento de la plurinacionalidad. El bloque no se va a pegar solo, el pegamento sólido es la valentía y la voluntad política.

Con la elección de la Mesa del Congreso y, posteriormente, con la votación de investidura del Presidente del Gobierno, existe una nueva oportunidad para que la constante democrática se vea reflejada en un proyecto que necesariamente va más allá de una legislatura (o de “los próximos ocho años” como plantean algunos sectores progresistas). Si, ante la complejidad del momento, somos capaces de responder con políticas que realmente unan a distintas formaciones en una ruta verdaderamente democratizadora del estado desde una perspectiva plurinacional, estoy convencida de que dentro de cuatro años habremos pasado de una constante parcialmente escuchada a un hecho por fin incuestionado. Recuerden que hace cuatro años sólo un partido se atrevía a apostar realmente por el gobierno de coalición. Hoy, cuatro años después, nadie lo cuestiona porque las evidencias, por muy ruidosas o problemáticas que parezcan al inicio, acaban cayendo por su propio peso en el momento en que se ponen valientemente en práctica.

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