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Bandera con el aircoiris, símbolo de la lucha LGTBI

¡Bolleras de mierda!

Con la violencia LGTBIfóbica, al igual que con la misógina y la racista, siempre se ponen en el foco a la víctima y al agresor para buscar un culpable. Pero nunca se mira hacia arriba, cuando la inacción de las instituciones es la raíz de que todo esto siga ocurriendo.

25/05/2023 19:38 h

¡Bolleras de mierda!

Con la violencia LGTBIfóbica, al igual que con la misógina y la racista, siempre se ponen en el foco a la víctima y al agresor para buscar un culpable. Pero nunca se mira hacia arriba, cuando la inacción de las instituciones es la raíz de que todo esto siga ocurriendo.

En las redes sociales siempre ocurre lo mismo. Hay un patrón que se calca una y otra vez como una suerte de Día de la Marmota digital de la que, pese a ser ya más que conscientes, no logramos despertar y salir. El modelo se repite sin parar: un pequeño medio autonómico, o incluso un perfil menor en Twitter, denuncia un hecho que los generalistas (por lo que sea) ignoran. Normalmente se trata de agresiones o vejaciones hacia colectivos que conocemos como "minoritarios", aunque el espectro de las personas que no somos varones blancos cishetero no supongamos, ni de lejos, una minoría. Entonces, esa información se viraliza, generalmente fruto de la buena fe, la empatía y la solidaridad de los pertenecientes a ese colectivo, que lo denuncian y comparten. Pero (admitámoslo) lo hacemos sin contrastar ni comprobar veracidad ni fuentes. Con el titular nos vale.

Ayer, por ejemplo, corrió como la pólvora la noticia de la agresión lesbófoba que sufrió una pareja en el parque Warner de Madrid el pasado sábado. Dos mujeres canarias, Conchi y Gemma, recibieron una paliza por parte de 15 personas al grito de "¡Bolleras de mierda!". Iban con sus hijxs, menores de edad. Esta agresión violenta no ha tenido mayor recorrido en la prensa ni la televisión por tres razones: la misoginia, la LGTBIfobia y la xenofobia. Porque, si continuamos leyendo más allá del titular, en seguida comprobamos que el grupo agresor estaba compuesto por personas gitanas.

Aunque a los medios manejados por la derecha y la ultraderecha se les hayan afilado los colmillos al comprobar que se trataba de una agresión perpetrada por gitanos, esto no es motivo suficiente como para difundir la noticia. Les encanta señalar a cualquiera que no sea blanco y europeo cuando hay un acto delictivo… pero esto solamente vende cuando se puede usar de arma arrojadiza contra las leyes feministas y poder perpetuar las ideas de que “solo los menas os roban”, “solo los negros os violan”, “solo los moros maltratan a las mujeres”. Pero en este caso se trata de una agresión LGTBIfóbica a dos mujeres, y no vaya a ser que alguien piense que defienden a dos lesbianas de algún modo. Mejor pasar. Mejor seguir invisibilizando, a cuantos más colectivos mejor.

Sin embargo, con los medios de izquierdas pasa algo similar. Aunque las razones sean contrarias: a ver si vamos a quedar de racistas, mejor no ponemos nada.

Esto pasa por una cuestión muy concreta: en España seguimos centrando las noticias (y los juicios) en el plano sujeto agresor / sujeto agredido. Siempre hay un responsable, un culpable, pero éste debe ser por fuerza uno de los sujetos implicados en la agresión. “Ella se quedó quieta y no hizo nada” es una frase que escuchamos en casos de violación, de violencia machista, de acoso o incluso de robo con fuerza e intimidación. No es casualidad que nos inculcaran esa lección desde pequeñas: no hagas nada, no te muevas, evita que lo que te hagan sea mucho peor.

Así que tú serás la culpable, por no haber evitado lo que te ha pasado, o por no haberlo contado después. Pero nunca las instituciones. Y sí que lo son, siempre lo son. Siempre que hay bullying, siempre que hay una paliza, un asesinato, una violación, un suicidio provocado por el acoso, siempre que hay violencia racista, misógina o LGTBIfóbica es culpa de las instituciones. O, más bien, de la inacción de las instituciones.

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«Esta agresión violenta no ha tenido mayor recorrido en la prensa ni la televisión por tres razones: la misoginia, la LGTBIfobia y la xenofobia»

Porque si seguimos leyendo la noticia de lo que les ocurrió a estas dos mujeres, cuentan que (¡oh, sorpresa!) no recibieron apenas ayuda por parte de la seguridad del parque temático. Que nadie hizo nada por ayudarlas. También relatan que, cuando fueron a denunciarlo a la Policía Nacional, les dijeron que no podían atenderlas porque tan solo atendían casos de violaciones. ¿Es esto responsabilidad de las personas trabajadoras del parque Warner? ¿O de los testigos de la agresión? No, es responsabilidad de que no haya y/o no se apliquen protocolos LGTBI y que no se forme a esos empleados en cuanto a lo que deben hacer en caso de agresiones homófobas, machistas y racistas. De la policía, mejor ni hablamos.

Por eso es curioso que, en reacción a la viralización en redes de estas noticia, automáticamente aparecen los perfiles anónimos (y no tan anónimos) de derechas a replicar. En este caso: "ah, pero no decís que son gitanos". Estos son los mismos personajes que escanean cada noticia de violencia machista en busca de la nacionalidad del agresor. Pero nunca buscan a la institución responsable de lo ocurrido, al organismo judicial o cuerpo de seguridad que ha observado impasible. Nunca se busca a la inacción de quién ha sido esto fruto. Nunca se busca de quién es la responsabilidad de que haya una víctima.

Por esto son tan importantes las acusaciones públicas y la valentía de las víctimas que se atreven a contarlo. Pero también lo son las de aquellas personas que se mueven en esferas “superiores”, como hemos visto en las últimas semanas. Un claro ejemplo es el de Pilar Lima, la candidata sorda y bollera de la que se jactaba Pablo Motos en El Hormiguero y por la cual lo ha denunciado ante la Fiscalía por delito de odio. Esto es ACCIÓN y siembra precedente. Porque esto ayuda a que urja aplicar esas leyes que nos protegen, sí, pero también que los agresores tengan claro que hay consecuencias porque la justicia actúa y que las organizaciones y empresas espabilen y pongan a funcionar los protocolos. Aunque sea por miedo a que los señalen.

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