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Abarcas campesinas entre las balas nazis

En España, sin embargo, y en algunas otras naciones europeas, parece que de nada vale que se siembren de flores y semillas los llamados Lugares de la Memoria, germen de los valores por los que combatieron tantas víctimas del fascismo

12/06/2023 11:33 h

Abarcas campesinas entre las balas nazis

En España, sin embargo, y en algunas otras naciones europeas, parece que de nada vale que se siembren de flores y semillas los llamados Lugares de la Memoria, germen de los valores por los que combatieron tantas víctimas del fascismo

La Asociación Soriana Recuerdo y Dignidad (ASRD) informó estos días del hallazgo de los restos óseos de siete víctimas del franquismo hallados en la localidad soriana de Las Casas (de lamentar que en la noticia publicada por algún medio se diga que las víctimas lo son de la Guerra Civil). Entre esos restos se encontraron balas nazis de corto calibre, algo que pocas veces -puede que ninguna- se hizo constar en este tipo de hallazgos. 

El dato es muy significativo y abre las expectativas, obviamente, para una ampliación de las investigaciones a fin de conocer más detalles acerca de la ejecución de estos crímenes, de los que fueron víctimas siete varones de procedencia campesina, a juzgar por las abarcas que calzaban algunos y otros objetos personales encontrados en las fosas. 

Se da la circunstancia, celebrada por la mencionada asociación soriana, de que la policía científica y judicial estuvieron presentes en todo momento durante los trabajos de exhumación, algo que los colectivos memorialistas existentes en nuestro país desde hace más de veinte años han reclamado durante tanto tiempo, pues a las víctimas del franquismo se les debe tratar como tales. 
Como siempre que se exhuman los cientos de fosas que durante tiempo habitaron en el olvido en el que pretendieron enterrar a las víctimas sus verdugos, para que su ejecutoria quedara impune, la Sociedad de Ciencias Aranzadi corrió con las responsabilidades en las labores arqueológicas y científicas, así como con la localización de los familiares de las víctimas.

«Las abarcas campesinas entre las balas nazis halladas en los campos de Soria me llevan a recordar el poema de Miguel Hernández “Las abarcas desiertas”, escrito por su autor en vísperas de la Navidad de 1937, postulando donativos y juguetes para el Socorro Rojo.»

Serían esas mismas balas nazis halladas en la pequeña localidad soriana las que unos años después sembraran Europa de muerte y destrucción, provocando las más atroz de las guerras vividas en la historia de la humanidad. En España, sin embargo, y en algunas otras naciones europeas, parece que de nada vale que se siembren de flores y semillas los llamados Lugares de la Memoria, germen de los valores por los que combatieron tantas víctimas del fascismo. 

Los idearios retrógrados, xenófobos y racistas, como aquellos que pretendieron conducir a Europa a un tiempo de barbarie hace poco más de ochenta años, están de vuelta. A medida que esa posibilidad crece, me pregunto si no vamos a disponer ahora de la suficiente unidad de acción democrática como para que quienes propagan semejantes credos puedan de nuevo imponerlos pese a lo que representaron en el pasado. 

Las abarcas campesinas entre las balas nazis halladas en los campos de Soria me llevan a recordar el poema de Miguel Hernández “Las abarcas desiertas”, escrito por su autor en vísperas de la Navidad de 1937, postulando donativos y juguetes para el Socorro Rojo.

"Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraban los días
que derribaban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Para el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda gente de trono
toda gente de botas
se rio con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.

Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas,
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas".

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