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23J: alivio, plurinacionalidad y ambición por necesidad

No pueden repetirse escenarios como el de la Reforma laboral o la de la Ley del “solo sí es sí” si se quiere mantener en el tiempo esa mayoría de izquierda y plurinacional que es la única posible si se pretende avanzar en serio en la democratización del Estado español.

25/07/2023 14:17 h

23J: alivio, plurinacionalidad y ambición por necesidad

No pueden repetirse escenarios como el de la Reforma laboral o la de la Ley del “solo sí es sí” si se quiere mantener en el tiempo esa mayoría de izquierda y plurinacional que es la única posible si se pretende avanzar en serio en la democratización del Estado español.

El domingo por la noche muchas demócratas respiramos aliviadas. Lo que tras las elecciones autonómicas y municipales del 28M se dibujaba en los medios de comunicación masivos como un tsunami reaccionario, terminó siendo una ola que no llegó a derribar el dique de contención progresista. Pero, eso sí, esa ola creció y el dique que la aguanta cada vez está más golpeado y con menos capacidad de resistencia.

Existen varias claves a la hora de leer los resultados del pasado 23 de julio. Y, también, de observar y analizar un periodo de tiempo más largo que nos ha traído hasta aquí.

En primer lugar, pese al comentado alivio que supusieron los resultados y la confirmación posterior de que será imposible que haya gobierno ni del PP en solitario ni de la alianza PP-VOX, desde la izquierda deberíamos pensar en que hace ocho años aspirábamos a cambiarlo todo y hoy celebramos una resistencia electoral del PSOE con el espacio a su izquierda estando en una clara posición de subalternidad tanto aritmética como ideológica.

En que por aquel entonces marcábamos la agenda pública en lo cultural e ideológico y hoy seguimos moviéndonos cada vez más a la defensiva, cediendo la construcción de los marcos discursivos a la reacción. Que, pese a no lograr un resultado que les permita gobernar, lleva unos años dirigiendo el debate público en España. En lo ideológico-cultural hemos retrocedido mucho. La principal victoria de VOX ha sido la derechización social y el retroceso de nuestras expectativas transformadoras.

La segunda clave, unida a la anterior, es la importancia de la disputa y la confrontación ideológica en un contexto como el actual. Ante una derecha radicalizada y una ultraderecha en auge a nivel europeo y prácticamente global, es un error pensar que discursos más moderados o centristas pueden ayudar a movilizar al electorado progresista y a detener la ofensiva reaccionaria.

De hecho y en este sentido, diría que el activo político que más ha hecho por movilizar a la izquierda vinculada al PSOE, incluso a parte del electorado de Sumar, es el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Y lo ha sido precisamente por confrontar y deconstruir los marcos reaccionarios y hacerlo, en varias ocasiones, en casa mediática del adversario.

Sánchez comenzó la precampaña y la campaña de manera errática con aquel comentario sobre las ofensas del Ministerio de Igualdad a sus amigos de mediana edad o su mal papel en el cara a cara. Y fue la firmeza en sus posiciones de Zapatero quien ayudó a revitalizar el espíritu del electorado progresista. Un electorado que el domingo por la noche cantaba en Ferraz “no pasarán”, con unas formas simbólicas más a la izquierda que las de Sumar, recordando en parte a aquel Felipe González de la Transición visto como alguien más de izquierdas que el moderado Carrillo.

Por su parte, en Sumar comenzaron renunciando a dos de las fortalezas ideológicas del bloque progresista, fundamentalmente del espacio a la izquierda del PSOE: la labor del Ministerio de Igualdad y la defensa de la plurinacionalidad entendida como la búsqueda de alianzas estratégicas con los soberanismos vasco y catalán para tratar de democratizar el Estado asumiendo el derecho a decidir de ambas naciones.

Renunciando a estos dos puntos seguramente pensaban que lograrían atraer a un sector más amplio del electorado español asustado por la labor de Podemos en el Gobierno y de EH Bildu y ERC en el bloque de gobernabilidad. Pero, haciéndolo, no entendieron que no es tiempo de ocultar el conflicto, sino de enfocarlo de la mejor manera posible para detener la ofensiva ideológica de la (ultra)derecha. La transversalidad del primer Podemos pasaba por, en un momento muy concreto de la política española y europea, cambiar el eje izquierda-derecha por el abajo-arriba para que el conflicto fuera favorable a los sectores populares. Para Sumar, pasa por situar el consenso y el diálogo como forma de hacer política en sustitución del conflicto (llamado en varias ocasiones “ruido”). Pero la verdad es que solo cuando en la última semana Yolanda Díaz comenzó a chocar de manera un poco más agresiva con Feijoo, pareció crecer la movilización de su electorado.

«Si no se da la guerra de posiciones en serio desde una posición de necesaria ambición, jamás podremos volver a recuperar la ofensiva ideológica y cultural y el dique de contención frente a la derecha radicalizada y a la ultraderecha que la radicalizó será cada vez más precario y algún día acabará por romperse. »

La tercera clave es la tenaz persistencia de la plurinacionalidad. Ya son varios comicios en los que queda demostrado que la principal resistencia a que la ola ideológico-cultural de la reacción se plasme también en mayoría institucional pasa por los resultados en las naciones sin Estado. Incluso pese a que tanto Euskal Herria como Catalunya tengan dinámicas diferentes y sus fuerzas soberanistas se encuentren en tendencias distintas.

En Euskal Herria, aunque el PSE ganó por poco las elecciones, EH Bildu continúa con su ascenso electoral quedándose a punto de superar a un PNV que se dejó más de cien mil votos por el camino. La apuesta de la formación soberanista vasca de izquierdas por asumir un papel protagónico en la política estatal desde la defensa del soberanismo vasco y de las clases populares, mostrándose como un partido coherente entre lo que dice y hace, les sigue dando sus frutos ante una sociedad vasca en transición que cada vez comparte más los valores de dicha formación.

En Catalunya, sin embargo, el independentismo desciende de forma importante, especialmente ERC. Parece que la resaca del Procés se le está haciendo demasiado larga a un independentismo catalán que está perdiendo la credibilidad tanto para jugar a ser duro como para jugar a ser útil. Seguramente porque han ido alternando demasiadas veces entre una posición y otra.

Desde mi punto de vista, pese a que la derecha le dibuje continuamente como el destructor de España, Sánchez sigue dando oxígeno al R78 con la subalternización del espacio a su izquierda que actualmente encarna Sumar y con la desmovilización del independentismo catalán. Ya que a estos últimos primero les dividió y después integró a una de sus partes a la gobernabilidad española generando una cierta ruptura entre los dirigentes y sus bases.

Pero, pese a todo esto, sin ERC y, lo más importante y complicado, sin Junts, Sánchez y el bloque progresista en su conjunto no podrán gobernar. La gobernabilidad de España vuelve a necesitar de un encaje de bolillos tan complejo como necesario. En 2019 Pablo Iglesias tuvo mucho que ver en hacerlo realidad. Pero hoy ni Pedro Sánchez ni Yolanda Díaz creo que puedan tener la misma capacidad para tejer acuerdos entre tantas formaciones y sensibilidades diferentes. ¿Podrá Zapatero continuar con su relevancia en campaña teniendo un papel importante en esto?

La distancia entre Yolanda Díaz y el espacio Sumar con los soberanismos vasco y catalán es mayor que la de Pablo Iglesias y lo que representaba entonces Podemos. Hay elecciones catalanas y vascas en el horizonte. En Junts lo saben. Y en la derecha judicial española (que ya ha empezado a mover sus cartas) también. La repetición aparece como fantasma. El PSOE concentraría aún más voto progresista. Complejo todo.

La cuarta clave es el papel de Sumar. Como pasó con el bloque reaccionario, las expectativas construidas mediáticamente son claves a la hora de leer un resultado como exitoso o como mejorable. En Sumar construyeron su proyecto pensando que podrían ensanchar el espacio de Unidas Podemos. Y así lo dibujaban en los espacios mediáticos progresistas cuando el proyecto nacía. Sin embargo, los resultados electorales de la coalicidón de partidos liderada por Yolanda Díaz fue menor que el peor de los resultados del espacio primero Podemos y después Unidas Podemos.

Pese a ello, el domingo por la noche en la sede de Sumar la felicidad era desmedida. Cuando, pese a que en campaña desde Sumar repitieron sin cesar que la clave para que no gobernara la derecha sería quién quedara como tercera fuerza, las claves fueron la resistencia del PSOE y la composición plurinacional del Estado.

Y es que VOX, por poco y pese al batacazo derivado de la utilidad del voto a un PP que les ha comprado casi todos y cada uno de sus marcos, aguantó como tercera fuerza. Desde sumar deben entender y, sobre todo, asumir, que sin las alianzas estratégicas (no coyunturales) con las fuerzas soberanistas, España está condenada a ser dirigida también políticamente (y no solo mediática, económica y judicialmente) por la reacción.

Por cierto, es curioso como desde los medios progresistas se está traslada el resultado de Sumar como un éxito cuando ha bajado en escaños respecto a UP, no ha conseguido quedar tercero y en el camino ha renunciado a la disputa ideológica y el avance estratégico.

La quinta clave pasa por comprender e interiorizar la difícil aritmética legislativa si se logra formar gobierno. Cada ley tendrá que ser negociada con todas las fuerzas que hipotéticamente permitirían la conformación de un gobierno progresista encabezado por Sánchez. Y eso exigirá al Presidente, a su partido, a los ministros y ministras y a sus respectivas formaciones tener presente la hipotética mayoría de izquierda y plurinacional en cada negociación.

No pueden repetirse escenarios como el de la Reforma laboral o la de la Ley del “solo sí es sí” si se quiere mantener en el tiempo esa mayoría de izquierda y plurinacional que es la única posible si se pretende avanzar en serio en la democratización del Estado español.

Y para terminar el texto entiendo que la sexta clave tiene que ver con lo escrito en el primer párrafo. Pese al alivio y la resistencia, el bloque reaccionario creció en votos y en escaños. Y siguen controlando la mayoría de resortes de poder, tanto del Estado como de la sociedad civil. Ante eso, solo vale la ambición. Legislar para transformar esta relación de fuerzas en los medios, empezando por los públicos- en el poder judicial, en el económico y en todos aquellos en los que las oligarquía española lleva parapetada décadas (y siglos) y utiliza cada vez que quiere bloquear el avance democrático en España.

Si no se da la guerra de posiciones en serio desde una posición de necesaria ambición, jamás podremos volver a recuperar la ofensiva ideológica y cultural y el dique de contención frente a la derecha radicalizada y a la ultraderecha que la radicalizó será cada vez más precario y algún día acabará por romperse.

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