Los poderes económicos no están preocupados
Sin mayoría parlamentaria progresista y con Podemos sustituido por una versión no partisana de la izquierda, Amancio Ortega, Juan Roig, Ana Patricia Botín o Ignacio Sánchez Galán saben perfectamente que pueden dormir a pierna suelta.
Según algunos relatos periodísticos, el resultado de las elecciones del pasado 23 de julio podría conducir a la disolución del sistema constitucional español por la vía de amnistiar a una serie de peligrosos golpistas como primer paso hacia el derrocamiento de la monarquía y la ruptura de la nación española. Sin embargo, uno mira la evolución del Ibex 35, el índice que resume de forma ponderada por su tamaño la cotización bursátil de las 35 empresas españolas con mayor capitalización, y no parece que haya nada de eso. Uno pensaría que, ante la perspectiva de una disolución constitucional seguida de la ruptura de la nación, las grandes corporaciones españolas tendrían algún problema en su cuenta de resultados. Además, dicen los economistas que "el mercado descuenta los eventos futuros", es decir, que la cotización de las acciones anticipa aquellas cosas que se calcula que van a pasar y no espera a que pasen. Pero el Ibex 35 parece que no se entera. Ahí lo tienes, casi hasta subiendo un poco del 23 de julio a esta parte.
Y esta no es la única paradoja económica que se muestra ante nuestros ojos. Hay más. Como explica muy bien Manu Levin en el último capítulo de La Base, en el nuevo hemiciclo, en el nuevo Congreso de los Diputados emanado de las urnas, hay una mayoría de escaños de derechas: 137 del PP + 33 de VOX + 7 de Junts + 5 del PNV + 1 de UPN + 1 de Coalición Canaria = 184 escaños. El resto de partidos: 166 escaños. Porque no hay que olvidar que, a pesar del enorme contraste que se ha generado con la derecha españolista debido a su deriva reaccionaria, Junts y el PNV no dejan de ser partidos conservadores; muy especialmente en lo económico. Entonces, ¿por qué es imposible la investidura de Feijóo? ¿Por qué decimos que solamente cuenta con 172 apoyos y que tiene 178 en contra? Muy sencillo, porque, a pesar de ser partidos conservadores, ni Junts ni PNV pueden en este momento histórico investir a un Presidente del PP. ¿Y por qué no pueden? Por la brutal radicalización en el eje territorial que han sufrido en estos años las dirigencias políticas de la derecha y la ultraderecha española, y también y muy significativamente sus aparatos mediáticos y judiciales y, por ende, su base socioelectoral. Dicho en pocas palabras, no ha pasado todavía el suficiente tiempo desde el "¡a por ellos!" de 2017 y el apaleamiento policial de ancianas y niños en las calles de Barcelona como para que la derecha nacionalista catalana y vasca pueda llegar a acuerdos con el PP (que fue uno de los principales responsables de aquella barbaridad) sin pagar un enorme coste político en sus respectivos territorios. Con la perspectiva de unas elecciones autonómicas a mediados de 2024 en Euskadi y posiblemente a no mucho tardar en Catalunya, las dirigencias de Junts y del PNV saben perfectamente que apoyar una investidura de Feijóo —por activa o por pasiva—, incluso aunque les pudiera apetecer, y sin duda habrá sectores internos a los que les apetezca (muy especialmente en el PNV), supondría ser adelantados de forma quizás irreversible por ERC y Bildu, respectivamente.
Pero —y aquí es cuando viene la paradoja económica— uno podría razonar en la siguiente clave: "Vale, es verdad que, como causa de la brutal radicalización política en el eje territorial, Junts y PNV tendrían muy difícil construir un relato que les permita justificar el hacer Presidente del Gobierno a Feijóo. Pero supongo que a los poderes económicos españoles que también controlan la totalidad de los medios de comunicación de la derecha mediática les vendrá mucho mejor un gobierno de coalición entre el PP y VOX que otro gobierno de izquierdas encabezado por Pedro Sánchez. Entonces, ¿no podrían estos poderes utilizar su artillería de cañones mediáticos para empezar a naturalizar a Puigdemont como interlocutor político y generar un ambiente en las bases socioelectorales de la derecha que permita a Feijóo buscar el apoyo de esos 7 escaños de Junts (con el PNV, la cosa sería mucho más fácil)?"
Si olvidamos por un momento la autonomía de lo político y también la situación interna del PP —si conseguimos por un momento sacarnos de la cabeza la imagen de Ayuso afilando distraída la misma katana con la que acabó con Pablo Casado—, este razonamiento que acabo de presentar no parece del todo desencaminado. Y, sin embargo, no es eso lo que está haciendo la derecha mediática. Lejos de apoyar esa hoja la ruta, la derecha mediática está disparando con saña contra Puigdemont y contra cualquier estrategia de aproximación que Feijóo pudiera estar tentado de llevar a cabo. Podríamos decir, de una forma completamente objetiva, que la derecha mediática está trabajando mañana, tarde y noche para hacer definitivamente inviable una investidura del PP y, por lo tanto, para abrir la posibilidad de una investidura de Pedro Sánchez. Y estaría haciendo esto en contra de los intereses económicos de sus propios dueños capitalistas. He ahí la —aparente— paradoja.
Y es aparente porque todas las paradojas lo son. En realidad, una paradoja no es otra cosa que un dispositivo dialético que sirve para alcanzar una conclusión veraz. Se parte de unas premisas, se lleva a cabo un razonamiento lo más sólido posible y, de repente, se llega a una contradicción; una "paradoja". Como las reglas de la lógica no pueden estar mal, eso significa que lo que está fallando son las premisas, el razonamiento o las dos cosas. Eso resuelve la "paradoja" y nos permite alcanzar una conclusión veraz.
En el caso que nos ocupa, el error está en pensar que los poderes económicos puedan estar preocupados por el hecho de que Pedro Sánchez sea investido Presidente del Gobierno. Como podemos comprobar experimentalmente al observar la evolución del Ibex 35, no lo están. Eso es lo que dicen los datos, la cotización bursátil, pero también es relativamente sencillo encontrar las razones detrás de dicha tranquilidad. Y las razones son, fundamentalmente, dos.
En primer lugar, y como ya se ha dicho, la mayoría parlamentaria actual es de derechas en lo económico. A diferencia de lo que ocurría en la legislatura anterior, en la que se podía alcanzar la mayoría absoluta sumando los escaños de PSOE, Unidas Podemos, ERC, Bildu, Más País y Compromís, en esta no se puede. A grandes rasgos, lo que ha pasado es que ERC ha perdido 6 escaños y Sumar ha perdido 7 y 700.000 votos, mientras que el PSOE solamente ha ganado uno. La consecuencia evidente de esta nueva aritmética parlamentaria es que, aunque Pedro Sánchez sea investido Presidente, resultaría imposible sacar adelante cualquier texto legislativo que redujese los privilegios económicos de la clase más pudiente para mejorar las condiciones materiales de vida de la gente trabajadora. Con el voto en contra de Junts y PNV, el Congreso tumbaría cualquier ley de vivienda para poner tope a los precios del alquiler, cualquier limitación de los beneficios de las grandes eléctricas o cualquier impuesto a las grandes fortunas o a las grandes empresas. En parte por esto los poderes económicos no están preocupados por la situación política, como podemos ver en la gráfica del Ibex 35 y en la línea editorial de sus cañones mediáticos. Pero este no es el único motivo detrás de su tranquilidad. Hay otro.
Para sacar adelante este tipo de leyes en la legislatura anterior, hacía falta la concurrencia de dos factores; no sólo uno. Una mayoría parlamentaria progresista —que se ha perdido—, sí, pero también la presencia, con un importante peso, de una fuerza combativa como Podemos en el Gobierno, y también pilotando el grupo parlamentario. Uno puede estar más o menos de acuerdo ideológicamente con los de Ione Belarra, pero lo que nadie puede negar es que, si Podemos no hubiese entendido —desde el principio— el Consejo de Ministros como un campo de disputa y si no hubiese planteado públicamente determinadas batallas, el PSOE jamás habría dado determinados pasos. Sin embargo y con motivo de las elecciones del pasado 23 de julio, se ha efectuado una operación política en el espacio antes ocupado por Unidas Podemos para minimizar a los morados y sustituirlos por una izquierda muy similar a la que existía antes del 15M; una izquierda que prefiere "no hacer ruido" y a la que el PSOE sabe manejar perfectamente porque lleva haciéndolo al menos desde 1982. Los poderes económicos españoles saben perfectamente que el PSOE no es un partido de izquierdas en lo económico y entienden perfectamente la diferencia entre Podemos y Sumar. Por eso, también, están muy tranquilos.
Sin mayoría parlamentaria progresista y con Podemos sustituido por una versión no partisana de la izquierda, Amancio Ortega, Juan Roig, Ana Patricia Botín o Ignacio Sánchez Galán saben perfectamente que pueden dormir a pierna suelta. Esta es la realidad. Una realidad que no por ser triste deja de ser cierta. Lo bueno de entenderla es que nos permite identificar perfectamente qué es lo que tiene que cambiar para que el Ibex 35 se vuelva a poner nervioso y la gente trabajadora pueda volver a sonreír con esperanza. Un horizonte para el que, sin duda, vale la pena trabajar.